“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” Efesios 2:13

La cercanía que Dios concede a los suyos es un don que viene de la mano de la vida eterna. La salvación del creyente no es una salvación distante sino que se constituye en una nueva y permanente realidad. El creyente es acogido y bendecido continuamente en la comunión con el salvador. Otro ejemplo que ilustra esta realidad está en la historia de Mefi-boset y el rey David (2 Samuel 9:1-13).  Mefi-boset era hijo de Jonatán, el fiel amigo de David que había perecido en batalla, y vivía en la pobreza en el exilio. Lisiado de ambos pies por un accidente en la infancia, aparece delante del rey, quien le buscó para mostrar misericordia en recuerdo de su padre Jonatán. Mefi-boset se presenta delante de David en actitud humilde y se declara “siervo” del rey (v. 6). Entonces, David pronuncia un decreto que cambia la condición de Mefi-boset para siempre. Primero, le restituye toda la tierra que perteneció a su abuelo, el rey Saúl (v. 7). Segundo, dio a Mefi-boset el privilegio de sentarse “siempre” a la mesa real (v. 7) y tercero, David provee a Mefi-boset de un gran contingente de siervos y bienes para que cultivaran la tierra y proveyeran para él (v. 10). David, unos años más tarde, perdona la vida y libra del juicio a Mefi-boset cuando sus enemigos quisieron derrocarlo (2 Samuel 21:7).

Las analogías con la historia de todo pecador que ha sido salvado por la sangre de Cristo son poderosas. El hombre es incapaz de hacer nada que agrade a Dios por su propia iniciativa y en su propia fuerza (Salmo 14:1, 53:1, Isaías 64:6, Romanos 3:12). Dios busca al hombre para rescatarle, por amor (Juan 3:16, Efesios 2:4-5), el hombre ha de acudir contrito y humillado delante del Dios santo (Mateo 5:3, 11:28). Dios bendice al pecador convertido dándole una posición nueva en Cristo (Efesios 2:6), le alimenta (Juan 10:9), le comparte sus riquezas (Efesios 2:7), le permite sentarse a su mesa y tener comunión con el (1 Corintios 10:16), le provee de dones en la iglesia y de hermanos en la fe para su alimento y crecimiento espirituales (1 Corintios 12:7). Finalmente, le libra del juicio venidero (1 Tesalonicenses 1:10).

Sin duda las bendiciones de la salvación son superabundantes e inmerecidas. El creyente disfruta su nuevo estado con gratitud y humildad, agradeciendo a su Dios por tanta gracia derramada en Cristo. Esta  cercanía culminara en la perfección completa cuando el cristiano llegue a la gloria en un momento sublime y aún futuro para la iglesia, mas real para cada creyente que parte antes de este mundo (2 Corintios 5:8). Ya no habrá más figuras, analogías ni sombras de la realidad, Pablo lo escribe con estas palabras: “y así estaremos siempre con el Señor”.  Fue el deseo del Hijo de Dios antes de ir a la cruz: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado” (Juan 17:24). ¿Estará el lector para siempre con el Señor? rc

En presencia estar de Cristo,
Ver su rostro, ¿qué será?
Cuando al fin en pleno gozo
Mi alma le contemplará.

 Cara a cara espero verle
Más allá del cielo azul.
Cara a cara en plena gloria,
Yo veré al Señor Jesús.

Lectura Diaria:
Génesis 18:1-33 [leer]
/Job 21:1-34 [leer]
/Mateo 10:1-23 [leer]