¿Gigantes en la vida del tamaño de Goliat? Lea de cómo nuestro David, Jesucristo, nos libra de ellos.
“Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,” Hebreos 2:14.

Es bien conocida la historia bíblica de cómo David el joven pastor bajó sólo al valle para responder al desafío del gigante Goliat. Protegido en todo su cuerpo con armadura pesada, Goliat no daba nada de su cuerpo donde pudiera entrar la punta de una espada. Su cabeza estaba cubierta de un casco de bronce que pesaba alrededor de sesenta kilos. Aunque, ¿quién podría alcanzar la cabeza del paladín? Medía casi ¡tres metros de altura! Goliat era representante del ejército filisteo, enemigos perpetuos de los israelitas. Los filisteos estaban alineados por un lado del valle de Ela y los israelitas al otro. Durante 40 días, Saúl el rey y los escuadrones de Israel escucharon el mismo clamor: “Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí” 1 Samuel 17:8. Nadie fue capaz de responder. El mismo rey Saúl era más alto que sus soldados, pero no se atrevió a responder. Todos los israelitas tenían miedo, el futuro parecía lúgubre pues nadie tenía suficiente poder para responder; hasta que…

Lejos del campo de batalla, David, un joven pastor fue requerido por su padre Isaí para ir a visitar a sus tres hermanos mayores que estaban enrolados en el ejército de Saúl. David era el menor de ocho hermanos e Isaí escogió a él para cumplir la misión de llevar algunos quesos para el jefe de un escuadrón y traer de vuelta noticias de sus hermanos. Por supuesto el padre tuvo interés en saber de ellos. No había sido informado de como el ejército estaba paralizado por temor ante las amenazas de los filisteos y su enorme campeón. David llegó preguntando por sus hermanos cuando escuchó las palabras del paladín “y las oyó David” v.23. Al ver como los soldados huían ante el desafío, despertó en David un celo por el honor de Jehová. Pronto se preparaba para ir tal como estaba, con ropa de pastor, sin nada de armadura. David informó al rey Saúl que “Jehová que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo” v.37.

Es bien sabido como David con excelente puntería, tiró una sola piedra lisa que dio en la frente del gigante quien cayó al suelo. David corrió al gigante caído y agarró su enorme espada con la cual le cortó la cabeza. Así puso fin a la vida del hombre que amenazaba al pueblo de Dios. ¡Imagínense el gran alivio que sintió el pueblo! David cual pastor entró en el valle, enfrentó al enemigo y salió vencedor. David es una figura de nuestro Señor Jesucristo quien como Buen Pastor puso su vida por sus ovejas y salió vencedor pues resucitó a los tres días. Cristo es hoy la respuesta a los gigantes que causan ansiedad en la vida de los seres humanos. Para algunos el futuro incierto es un gigante. Cristo nos asegura que a los que confían en Él, “yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” Juan 10:18-29. Otros temen el gigante de la muerte. Jesucristo dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí…. voy… a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” Juan 14:1-3. Cuando una persona cree en Cristo, le muerte no se yergue como un gigante temible. En Cristo, hay paz. Hay otros tipos de gigantes que causa pavor en algunos. Por ejemplo, está el gigante de un pecado cometido en el pasado y el temor de que de repente fuera descubierto. Por cierto hay consecuencias por las maldades cometidas y la sociedad insiste en cobrar por ellas. Al mismo tiempo es un pecado contra Dios. He aquí una grata noticia: hay perdón por la sangre de Jesús. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9. Los israelitas jamás habrían ganado a Goliat sin la intervención de David. Nosotros hoy jamás ganaremos a los gigantes que tenemos que enfrentar en nuestra vida si no aceptamos por fe a Cristo como nuestro Salvador y gran Libertador. –daj

Lectura Diaria:
Esdras 8 [leer]
/Daniel 9 [leer]
/Apocalipsis 4 [leer]