Dios quiso enseñar una lección importante a Jeremías su siervo. Leamos de esa ocasión.

“Y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerlo” Jeremías 18:4. Léase vv.1- 6.

Dios manda a Jeremías a visitar la casa del alfarero, pues allí le haría entender la lección. El alfarero “trabajaba sobre la rueda”. Su trabajo tenía forma, había un plan, y un propósito para esta vasija. Pero… “se echó a perder en su mano”. Está dañada, arruinada, y ¿ha de ser abandonada? En absoluto. En este pasaje de libro de Jeremías, Dios destaca que en vez de abandonar el proyecto, el alfarero “volvió” a trabajar. En las manos de este alfarero había habilidad, destreza y en su corazón el deseo de recuperar el producto y por eso “la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerlo”.

¿Encontramos algo en esta historia para animarnos? ¿Cuál sería el designio del Alfarero Celestial para con nosotros? Cuando erramos, no nos desecha, no nos bota en un basural, sino que nos recoge y se pone a trabajar en nosotros otra vez. Consideremos el caso de Jacob. Había designio y propósito para la vida de él, pero ¡cuánto se alejó del plan que Dios tenía! Robó, engañó a su padre enceguecido, y luego huyó. ¿Acaso esto dio término a los propósitos de Dios para con él? Ah no, sino que obraba la benignidad de Dios que “te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4). Por fin regresa Jacob para ser restaurado a su lugar y el Alfarero Divino viene a luchar con Jacob, haciéndole confesar que su nombre es “Jacob” que significa “agarrar”. Escuchemos el Alfarero Divino decirle “no se dirá más… Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios… y has vencido” (Génesis 32:27). Jacob sale de allí aquella noche cojeando. Nunca más caminará como antes, pero ha sido hecho otra vasija.

Cuando pecamos, el enemigo quiere hacernos sentir que todo ha terminado, o que estamos arruinados. Pero en realidad continuamos en las manos y el corazón del Alfarero. Estamos todavía en su casa y en sus pensamientos. Él no ha terminado con nosotros y puede hacernos de nuevo, aún cuando el día esté avanzado. Isaías no ayuda a comprender esta gran verdad. “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros” Isaías 64:8. Pongamos esta vida desfigurada por el pecado en las manos cariñosas y capaces de Dios, y Él nos hará de nuevo, otra vasija según mejor le parezca.–Boyd Nicholson

Lectura Diaria:
Deuteronomio 13-14:21[leer]
/Cantares 3:6-5:1 [leer]
/Lucas 10:1-24 [leer]