El enojo es un amo cruel cuyos dictámenes a veces llevan a sus súbditos a cometer actos reprensibles. Lea de lo que hizo un hermano mayor con su hermano menor.
“Entonces (el hijo mayor) se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase” Lucas 15:28.
Hubo razones sobradas para festejar la llegada de un hijo que había pasado largo tiempo fuera de la casa. Es cierto que se había portado mal durante su ausencia pues desperdició los bienes de su padre “viviendo perdidamente” (Lucas 15:13). No supo manejar su herencia y malgastó todo, terminando sin nada en el bolsillo. El único trabajo que pudo conseguir era cuidar a los puercos. Se habría contentado con la comida que daban a los chanchos, “pero nadie le daba” (v.16). Se volvió arrepentido al padre quien le perdonó y le hizo fiesta para celebrar la restauración de su hijo disoluto.
El hermano mayor volvía del campo cuando se percató de la celebración y de ahí comenzó a demostrar que no compartía el pensar misericordioso del padre. El hijo menor por un tiempo no compartía lo que había en la CASA de padre, pero el hijo mayor no compartía lo que había en el CORAZÓN del padre. No le gustó la noticia del siervo: “Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano” (v.27). ¡Qué bien porque volvió a casa sin haber muerto en la provincia apartada! El padre está feliz y junto a otros celebran el evento. ¿Y por qué no? Toda historia familiar que termina en alegría debe ser motivo para que todos participen en la celebración. Con el hijo mayor resultó todo lo contrario, “entonces se enojó, y no quería entrar” (v.28).
El enojo es un amo cruel que altera la conducta del individuo. Dicen que hay cuatro emociones básicas que rigen el comportamiento del hombre. Ellos son el placer, el amor, el miedo y el enojo, siendo el enojo la más perniciosa para el ser humano. El hijo mayor reveló su desagrado con lo que había hecho el padre. En este caso, lo contrario de la alegría fue la ira. El enojo impidió al mayor actuar de forma serena conduciéndole a cometer otros pecados. Cuando el padre salió a rogarle que entrase, faltó respeto al padre y por la palabra que usó, acusó al padre de haberle tratado como esclavo. Se hizo la víctima diciendo que el padre había matado el becerro gordo para su hermano menor mientras cargó al padre de egoísmo, diciendo: “nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos” (v.29). En una familia se espera que todos los hermanos se preocupen por los demás hemanos. Aquí, en vez de alegrarse por la recuperación de su hermano menor, entró el resentimiento al mayor y no quiso compartir nada con el padre, con su hermano ni con los demás. Lucas 15:2 cita la crítica hecha por los fariseos y los escribas acerca de Jesús y como Él recibía a los pecadores para compartir con ellos. Jesús sigue haciéndolo y el corazón de Padre celestial sigue lleno de misericordia para con el pecador que vuelve. La lección es doble: 1. Que apreciemos la gran bondad de Dios Padre; y 2. Que no permitamos que el resentimiento y el enojo se encarguen de llevarnos a pecar adoptando actitudes negativas para con otros, sean hermanos sanguíneos, connacionales o espirituales. –daj
Lectura Diaria: | ||
Génesis 39:1-23 [leer]
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/Salmos 17:1-15 [leer]
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/Mateo 22:15-46 [leer]
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