Necesitamos buenos ejemplos que sirven para darnos orientación sobre cómo debemos conducir nuestras vidas. Lea de Josué y ciertas características en su vida como siervo de Jehová.
“Después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años” Josué 24:29

El nombre Josué sale más de doscientas veces en la Biblia. En la mayoría de los casos, se refiere al hombre llamado Josué que sucedió a Moisés. Josué ocupa un lugar de privilegio en la historia de Israel pero su nombre no aparece en la lista de los héroes de la fe en Hebreos 11. Por cierto ejerció fe cuando guió al pueblo al otro lado del Jordán y cuando “por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días” (Hebreos 11:30). Su nombre significa “Jehová es salvación”. La historia de Josué interesa porque tuvo una personalidad especial. No se ve en él ambición egoísta. No buscaba lugar para sí mismo. Estuvo dispuesto a acompañar a Moisés por 40 años colaborando y aprendiendo. Estuvo bien entrenado y el Señor le escogió para liderar al pueblo de Israel en su entrada en la tierra prometida después de la muerte de Moisés.

Josué es un hombre en quien Dios pudo confiar. A pesar de la posición prominente que ocupó y el poder que tuvo, se mantuvo equilibrado en su proceder. Es notable lo que hizo Josué cuando repartió la tierra de Canaán en parcelas dando a cada tribu y a cada familia su parte. Esperó que todos los demás fuesen favorecidos y al último, recibió su propia heredad. A pesar de ser el líder y destacado siervo de Jehová, supo esperar hasta el final: “y después que acabaron de repartir la tierra en heredad por sus territorios, dieron los hijos de Israel heredad a Josué hijo de Nun en medio de ellos; según la palabra de Jehová, le dieron la ciudad que él pidió, Timnat–sera, en el monte de Efraín; y él reedificó la ciudad y habitó en ella” (Josué 19:49-50).

Muchas veces cuando los políticos llegan al poder, favorecen a sus parientes dándoles privilegios y posiciones especiales en cargos públicos. Esta preferencia exagerada es llamada nepotismo. Josué no confirió honor especial sobre ninguno de sus parientes. De hecho, ni aún sabemos sus nombres pues la genealogía de este siervo de Jehová termina sencillamente con su nombre (1 Crónicas 7:27). Josué vivió su vida pensando en otros y no en sí mismo. Cuando tuvo que descubrir el pecado de Acán, le trató con ternura: “Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras” (Josué 7:19). Le habló con tono compasivo llamándole “hijo” y no como malhechor. Y así se condujo este insigne siervo de Jehová. Antes de morir a los ciento diez años de edad, descubrió su corazón de amor para con el pueblo: “… escogeos hoy a quién sirváis… pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). Josué en verdad fue un verdadero siervo. Vale la pena tenerle como modelo a imitar. –daj

Lectura Diaria:
1 Cronicas 28 [leer]
/Ezequiel 24-25 [leer]
/Juan 9:1-17 [leer]