“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” Santiago 4:6

 

Una vez que el creyente se vuelve del pecado al arrepentimiento, en vez de mejorar su debilidad es más bien claro que no puede librarse del problema en el cual está inmerso. No se trata de castigarse y afanarse en salir de la situación y de vencer el pecado, se trata de dejar de confiar  en uno mismo y sus recursos y “caer” en la confianza en Dios, dándonos cuenta una vez más que él posee todo el poder del cual nosotros carecemos.

 

El evangelio y la cruz nos llevan a admitir que debemos permitir al Dios todopoderoso el estar a cargo de nuestra santificación. Dios ha prometido ayudar al humilde pero abandona a su suerte al que confía en sus propios recursos. Esta es una respuesta a la cual estamos muy acostumbrados, al querer arreglar tal o cual cosa por nosotros mismos. Al intentarlo, somos soberbios y asumimos una actitud farisea, la misma que Jesús condenó en el Sermón del Monte (ver Romanos 8:9-11; Filipenses 2:12-13; Efesios 3:16; Gálatas 5:16-17, 25; Colosenses 2:20-23).

“Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (Hebreos 8:10)

La visión bíblica de la santificación requiere un genuino cambio del corazón con el fin de expresar los efectos a largo plazo de reflejar a Cristo. Ahora bien, la transformación del corazón no se improvisa y requiere esfuerzo y trabajo perseverante. Humanamente, al percibir lo que nos costará buscamos un atajo que consiste, usualmente, en cambiar o alterar algunas conductas y comportamiento. Puesto que la persona en realidad no ha cambiado, es una solución de corto plazo e infructuosa al final. Si mi corazón no ha cambiado, el tratar a otros con más dulzura no pasa de ser una estrategia, pero no es una solución. Es muy fácil pasar de la buena batalla de la fe a una santificación por secretaría siguiendo una lista de cosas por cumplir. Una lista de comportamientos morales  no considera los ídolos del corazón e incluso deja fuera del trato al evangelio mismo, el que derrota nuestro yo y nuestro orgullo y exalta la suficiencia y victoria de Cristo (ver Mateo 15:19-20; 23:25-28; Lucas 6:43-45; 2 Corintios 3:3). –Dustin Crowe/rc

 

(Continúa)

Lectura Diaria:
Génesis 22:1-24 [leer]
/Job 25:1-26:14 [leer]
/Mateo 12:1-21 [leer]