Por el hecho de llevar la imagen de Dios, la vida de todo ser humano es sagrada y pertenece sólo al Creador.

“No matarás” no es una prohibición contra matar. Es una prohibición contra el matar no autorizado y violento, contra el asesinato, voluntario e involuntario (Deuteronomio 22:8). Ahora bien, hay mucha muerte en la Biblia, y debemos entender que ocurren en el contexto de guerra contra naciones depravadas.  Dios no es un pacifista contemplativo. En la Biblia Dios va a la guerra cuando su dignidad está comprometida y cuando el pecado es demasiado, va a la guerra por nuestro bien último (Genesis 15:16, 19:13, Jonás 1:2). Por el contrario, desde el punto de vista humano, aun por la guerra más “justa”, el ser humano no sale de ella con las manos limpias.

No debemos confundirnos con relación a Dios y su derecho de tomar la vida. La pena capital en la Biblia está ordenada en circunstancias en que la severidad del crimen y la falta debe quedar claramente comprendida. En el Nuevo Testamento (Romanos 13:4), se nos dice que la autoridad tiene la “autoridad” de tomar la vida (“no en vano lleva la espada”), es decir, la pena capital es parte del plan de Dios, desde el pacto con Noé hasta el Nuevo Testamento: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6). Aquí debemos decir, junto con Horacio Alonso que, a causa del pecado, “es imposible leer de corrido la imagen de Dios en el hombre”. No obstante, esa imagen está en nuestros semejantes.

Volviendo al mandamiento, la prohibición es al asesinato o la muerte violenta. Podemos decir que el asesinato es un insulto a Dios, quita delante de Dios a uno que fue hecho a su imagen y para su gloria, es la arrogante y voluntaria sustracción de la gloria de Dios y de la capacidad para el despliegue de la gloria de Dios en medio de su creación pues por más “despreciable” que sea un individuo, no puedo yo, un ser humano falible y caído, coartar la oportunidad a la gracia de Dios de manifestarse en ese pecador necesitado. El asesinato es, entonces, un ataque personal a la dignidad del creador. El que mata toma por su cuenta el don de la vida, es el destructor de la imagen de Dios en otro ser humano. Así, la víctima primera del asesinato no es el que muere o su familia, es la dignidad de Dios mismo. Con razón nuestro Señor señaló que el diablo “ha sido homicida desde el principio” (Juan 8:44), pues “nos mató” al destruir -parcialmente- la imagen de Dios en Adán y su descendencia.

Como cristianos debemos apreciar y defender la vida por las razones correctas. Porque es un don de Dios, le pertenece a él, y no hemos de usurpar sus derechos. Próximamente veremos lo cerca que estamos de cometer este pecado. Su trasfondo es considerarse uno mismo más digno que el otro, mejor que el semejante. Que más bien seamos humildes y compasivos en este día –rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
Génesis 38:1-30 [leer]
/Salmos 15:1-16:11 [leer]
/Mateo 21:33-22:14 [leer]