El medio por el cual un seguidor de Cristo es traído a este reino no es de este mundo. No es por nacimiento o por una ceremonia en la cual se aplica algún poder. Tampoco es por la fuerza ¿Qué puede mover un corazón?, ciertamente no recursos humanos. Es una gracia que se concede a quien confía en este Rey tan excelente, un derecho concedido, una dispensación de la buena mano de Dios que quiere bendecir al hombre y que se hace realidad en quien le recibe (Juan 1:12).
Este reino tiene leyes y estatutos por los cuales se rige y no son como los que rigen este mundo. Los de acá están dirigidos a regular la vida externa, las lealtades son externas y las honras muchas veces son de labios. El reino de Cristo es sobre el corazón, y se hace realidad abandonando el pecado, dejando el orgullo, con hambre y la sed de justificación, con el llanto que anhela la propiciación. Sus leyes son de divino origen y reinan en la conciencia, y sus ordenanzas están escritas en el corazón y sus palabras permanecen en los cielos.
Las recompensas de este reino tampoco son de este mundo. El mundo no tiene parte en este reino y ni siquiera lo comprende. La paz de Dios, el consuelo de Cristo la esperanza bienaventurada, la comunión del Espíritu, el disfrute de la devoción, la muerte que se contempla sin angustia –“La eternidad no espanta ya”, dice el himno. Como dice el apóstol, los súbditos de este reino miran las cosas que no se ven, las cosas eternas (2 Corintios 4:18).
El reino de Cristo difiere diametralmente con los reinos de este mundo en pompa y gloria, en sus súbditos, en sus leyes y preceptos, en la manera de honrar a su rey, en sus armas, en sus privilegios y en su perspectiva eterna. Es un reino espiritual, que no tendrá fin.
Finalmente podemos decir que si bien el reino de Jesucristo no es de este mundo, es el reino que el mundo más necesita. Pilato le necesitaba pero no lo entendió, ni tampoco quienes le rodeaban. “Mi reino no es de este mundo”, es la declaración y el llamado del Hijo de Dios a cada uno de nosotros a seguirle. Que se exprese cada vez más el reino del Hijo y cada vez menos el reino de mi voluntad.
“Until this earthly part of me, glows with thy fire divine”, dice el himno, “Hasta que esta parte terrenal mía, alumbre con tu fuego divino…”
Hasta que ya no estemos en el mundo. –rc