El más grande despliegue del amor de Dios se vio en las afueras de Jerusalén. Hace más de dos milenios, Cristo murió por nosotros y ahora resucitado, vive para salvarnos perpetuamente. Es una rica experiencia conocer en forma práctica este amor divino.

 

 

“La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” Romanos 5:519

 

El mundo poblado por los seres humanos no existe tanto por causa de la creación, sino por la realidad del amor de Dios. Si Dios no nos amara, siglos ha que habríamos dejado de existir como raza humana. Dios nos ama y nos vio alejados de él en el pecado. Este amor se entiende al saber que Dios quiso salvarnos y perdonarnos nuestros pecados. A fin de hacerlo, Dios mismo por amor proveyó el medio por el cual pudiéramos tener comunión con Él. Por medio de la venida del Hijo de Dios a este mundo para dar su vida en la cruz, demostró que quería buscarnos en el estado pecaminoso en que nos encontrábamos. Quiso hacernos partícipes de la misma vida suya. Así nos haría aptos para entrar en su reino celestial.

 

La Biblia dice “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” 1 Juan 4:10. Ya que el verdadero amor busca el bienestar del objeto amado, hallamos la razón principal porque Dios nos quisiera salvar. Es por puro AMOR para con nosotros. Tal como es el AMOR de DIOS, no hay otro igual. Víctor Hugo, el escritor francés del siglo 19 dijo: “Cuando celebraba la última pascua, Juan el Apóstol reclinó su cabeza en el pecho de Jesús, y sintió las palpitaciones de aquel corazón y luego salió por el mundo a contar a los hombres lo que había escuchado en cada palpitación del corazón de Dios”. El lenguaje poético del escritor halla su eco en estas palabras majestuosas escritas por el apóstol Juan: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16.

 

¿Acaso existe en el mundo algún monumento que perpetúe la memoria del amor de Dios al hombre? ¿De este amor de los amores, el amor sin par? No se halla nada igual en las páginas de la historia. Aunque no sea visible a nuestros ojos hoy día, en las afueras de Jerusalén, se vio erguida una cruz en la Calavera. Allí fue puesto Cristo para efectuar nuestra salvación. La escena fue vista por muchos quienes pudieron leer el título que Pilato “puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín” Juan 19:19-20. Fue escrito en los tres idiomas para que todos fueran informados. Hasta hoy destella el mensaje del amor de Dios, visto en su Hijo, colgando del madero. El apóstol Pablo dijo: “… Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” 2 Corintios 5:19-20. El tema por excelencia es el amor de Dios. ¿Te has valido tú de la bendición que Dios ha provisto? ¿Eres salvo por Cristo? ¿Le amas por esta razón? El nos amó a cada uno de nosotros. –DAJ

 

Lectura Diaria:
Nehemías 6:1-19 [leer]
/Zacarías 1:1-21 [leer]
/Apocalípsis 11:1-19 [leer]