Los que estudian el comportamiento humano dicen que desde muy temprano aprendemos a imitar a los mayores. Es lo que al principio determina nuestra forma de vivir. Nuestro idioma madre y vocabulario, además del acento al pronunciar las palabras es producto de imitar lo oído. El comportamiento es producto de lo vemos. Cuando alguien se convierte, su vida cambia y el ejemplo excelente en que debe fijarse es el mismo Señor Jesucristo.
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.” 1 Juan 2:6.
¿Acaso nos congratulamos por el supuesto nivel de devoción que hemos alcanzado? Cuando uno critica a otro por su forma deficiente de vivir la vida cristiana, obviamente está pensando que su forma de vivir es superior. Compararse con otros para determinar nuestro nivel de espiritualidad no es lo que la Biblia requiere. El texto de cabecera aborda el tema de los que profesan vivir la vida cristiana de manera ejemplar y luego indica la regla con que se debe medir. ¿Acaso andamos como el Señor Jesús anduvo en este mundo? ¿Cuáles son las características vistas en la vida de Él para evaluar la vida nuestra?
Jesús hizo milagros para demostrar su deidad. No somos llamados a imitarle en este sentido. Jesús demostró compasión, amor, ternura y otras cualidades que somos capaces de practicar en nuestra vida. Andar como Él anduvo debe ser el objetivo de nuestra existencia sin darnos el lujo de escoger algunas características y descartar otras. Pablo también enseñó lo mismo; “haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,… se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,… y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Filipenses 2:5-8. Cristo vivió en obediencia perfecta y esto le llevó a la muerte. No insistió en vivir según su propia voluntad sino en dependencia y comunión con el Padre. Vivió guiado y controlado por el Espíritu Santo. Todo aquello es el modelo que Dios tiene en mente cuando nos exhorta a andar “como él anduvo”.
Juan mencionó otro deber en el capítulo 3 de su primera epístola. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” v.16. El seguidor de Cristo es llamado a dar de sí mismo por otros. Estar dispuesto a sacrificar su comodidad, su tiempo, o sus bienes para beneficiar a otros es una forma de “poner nuestras vidas por los hermanos”. El egoísmo impide el despliegue del amor. Lean los evangelios y descubran cómo el Señor Jesús condujo su vida. ¿Cómo reaccionó frente a los necesitados? ¿Cómo trató a los que le oponían? ¿Qué decía a los que tenían miedo, o a los que enfrentaban un problema? Cuando Jairo recibió la noticia de la muerte de su hija, Jesús le consoló: “No temas, cree solamente” Marcos 5:36. Cuando los discípulos fueron criticados por comer granos en el día sábado, los defendió. (Mateo 12:1-9). Tomando en cuenta estos ejemplos descubrimos como Cristo anduvo, y hemos de andar de la misma manera. Es cuestión de andar en comunión con el Padre, sensibles al Espíritu Santo que está dentro de cada creyente pues “él os guiará a toda la verdad” Juan 16:13. De esta manera podemos modelar nuestra vida según el ejemplo dado por el Señor Jesús. –daj
Lectura Diaria: | ||
Josué 1 [leer]
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/Oseas 8-9 [leer]
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/Lucas 19:29-48 [leer]
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