“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” Mateo 5:6
Hemos estado considerando los distintivos de los ciudadanos o súbditos del Reino de Dios o, en otras palabras, los que pertenecen al pueblo de Dios por haber obedecido a su palabra y haberse humillado delante de su persona reconociéndose pecadores perdidos y necesitados de salvación. Este reconocimiento de necesidad les ha llevado a mirar a Cristo y creer en él. En el versículo de hoy se nos habla de hambre y de sed, de un deseo intenso, que es reflejo de profunda necesidad espiritual. Es un deseo intenso de justicia o justificación. El deseo intenso de ser hecho justo para con Dios, de alcanzar aprobación para con Dios, estar en su presencia, tener el perdón de pecados. Tiene que ver con la salvación, no con las situaciones más o menos injustas de la vida diaria. Deseamos no sólo la justicia que viene en la salvación por el acto de Dios declarando justo al pecador e imputándole a justicia de Cristo como suya. El salvado también anhela la justicia que viene en la santificación que es la conformación continua a Cristo. Dice el Salmo 17:5 “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”.
En el orden natural, el deseo por el agua es irremplazable al sediento, y nada puede satisfacer su sed sino el vital elemento, puro cristalino y fresco. También el hambre no puede saciarse sino con alimento. No hay alternativas. Jesús nos enseña que aquellos que buscan la justificación serán saciados por la amplia provisión de salvación que él mismo proveyó en la cruz del calvario. “… con el propósito de manifestar su justicia en el tiempo presente; para que él sea justo y a la vez justificador del que tiene fe en Jesús” (Romanos 3:26, RV89). Puede haber hambre y sed por cosas incorrectas y a algunos se les va la vida en ello. En la escritura hay algunos ejemplos: Lucifer tenía un deseo intenso de gloria y poder (Isaías 14:13); Nabucodonosor, rey del imperio más grande de la historia humana, anhelaba la gloria personal (Daniel 4:30); el hombre rico de Lucas 12:17, que tenía un deseo intenso de poseer cosas materiales. Más aún, según la Biblia, el que no cree en Cristo tiene inclinación al pecado, en todo aspecto (Romanos 3:10-18). Y además el hombre busca saciar su sed en cosas que no sacian. Dice Dios: “Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13).
Jesús enseña que los suyos son individuos que persiguen la justicia, y aquí vemos otra vez la progresión espiritual que ya hemos mencionado: cuando hay esa sensación de bancarrota espiritual y moral (pobreza de espíritu), llanto por el pecado y humildad, el corazón clama por justicia. Cuando el corazón recibe esa justicia, ese individuo ha recibido misericordia, limpieza de corazón y ha hecho la paz con Dios, como veremos en estudios próximos. No es hasta cuando un individuo enfrenta el tema del pecado es cuando puede verdaderamente encontrar la felicidad, siguiendo lo que el Señor nos enseña en este sermón. ¿Ha sido saciada ya la sed y el hambre del lector?. rc