“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” Juan 3:7

Nicodemo era un maestro de la ley. Fariseo destacado y miembro del sanedrín, quiso reunirse con Jesús de noche probablemente por temor de los judíos (Juan 3). Al igual que Natanael, conocía las escrituras pero de manera mucho más ilustrada. Era un “maestro de Israel” (v. 10), pero su encuentro con Jesús le demostró que estaba espiritualmente en la miseria y la ignorancia. Nicodemo introduce su conversación Jesús con un pensamiento racional: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (v. 2). Es decir, “tú enseñas y haces grandes señales, por lo tanto tienes que venir de parte de Dios”. Esta es la conclusión lógica, dice Nicodemo. Lo notable del diálogo que continúa es la respuesta instantánea de Jesús: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). Una respuesta directa y clara que desarma toda la construcción lógica de Nicodemo. Jesús no va a entrar en un intercambio de ideas y argumentos, ni menos le va a agradecer por tan amables palabras. Lo que el Señor hace es dejarle muy en claro a Nicodemo y, por su intermedio, a todos los seres humanos, que no importa cuál sea la reflexión, la lógica o la conclusión a la cual llega la mente humana con respecto a las cosas de Dios, no importa lo que piense el hombre con respecto de él mismo, ni importa el conocimiento adquirido. Lo que realmente importa, la necesidad última, la pregunta a responder y la incertidumbre a resolver es si el hombre ha nacido de nuevo o no, si tiene o no tiene la vida eterna, si pertenece o no pertenece al pueblo de Dios.

Nicodemo, entrenado en las palabras y en el debate, prosigue con el camino de la lógica: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4) ¡Ay Nicodemo, no entiendes nada! diría más de alguno, pero el Señor Jesús le explica con paciencia y claridad la diferencia radical que existe entre las cosas espirituales y las materiales  “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (v. 6). Recién el maestro de la ley cae en cuenta que Jesús y toda su enseñanza tratan de aspectos que el hombre natural no conoce. Recién percibe  que hay algo que él debiese saber pero que desconoce… entonces comienza su camino hacia la verdad, y hace la primera pregunta correcta: “¿Cómo puede hacerse esto?” (v. 9). Él venía a debatir, ahora recién comienza a preguntar, y comienza a recibir las respuestas que su alma anhela oír: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre” (v. 13). En seguida, Jesús le enseña lo que realmente está en las figuras del Antiguo Testamento, que Nicodemo pretendía conocer y enseñar: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (v. 14-15). Prosigue Jesús, y le habla ahora del amor incomparable de Dios, disponible para todos. Este nuevo nacimiento es un acto de Dios por el cual la vida eterna es impartida al creyente (2 Corintios 5:17, Tito 3:5). Nicodemo probablemente conoce también que el nacer de nuevo corresponde a la idea de “ser hechos hijos de Dios” mediante la confianza en el nombre del Verbo encarnado (Juan 1:12-13).

Esto no es como la ley a la cual él ha estado acostumbrado, no es la ley árida de los escribas y fariseos, sin embargo es la misma palabra que Dios habló en el Antiguo Testamento, que adquiere vida en labios del Hijo de Dios: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (v. 16-17). Luego Jesús le hablará de la luz, de que es necesario exponer ante los ojos de Dios los pecados del hombre. Nicodemo ya no habla más,  porque ha oído la voz de Dios. En algún momento desde este momento en adelante llegó a creer verdaderamente en Jesús (Juan 7:50-52) pues arriesga su propia vida y reputación al colaborar para que el cuerpo del Señor recibiera un digno entierro (Juan 19:38-42). El ejemplo es para todos nosotros. ¿Hemos de venir al Hijo de Dios con los argumentos de la lógica? La respuesta es una sola: “os es necesario nacer de nuevo”. rc

 

Lectura Diaria:
Génesis 28:1-22 [leer]
/Job 36:1-37:24 [leer]
/Mateo 15:1-28 [leer]