“En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis” Juan 1:26
¿Conoce el lector a Cristo? En el capítulo primero de Juan hemos examinado acerca de la deidad de Jesús. El Dios eterno toma forma humana, entra en el mundo y habita entre los hombres. El enviado para anunciarle, Juan, sabe perfectamente quién es él. No tiene, tampoco, un concepto incorrecto ni sobredimensionado acerca de sí mismo. Él ha reconocido a Hijo de Dios como el eterno Dios y así lo ha presentado delante de los demás y ha reconocido su bajeza e indignidad delante de Dios.
Juan prosigue en su revelación, mostrándonos que aquel que viene después de él, en realidad es uno que es eterno. Cita el antiguo testamento donde hay un llamado a prepararse para la venida de Jehová: Voz que clama en el desierto: “Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3). En la profecía el que ha de venir es Jehová. Jehová es el nombre propio del Dios de Israel, aquel que es absoluto e inmutable, eterno, creador, que existe desde siempre, auto-consistente, auto-sustentado, que existe más allá del tiempo, in-creado, in-causado, in-explicable. No dice cómo, no dice cuándo, sólo dice que va a venir y no es cualquiera el que viene, viene el Señor. Entonces, la revelación de Juan el Bautista es tremenda: ése Dios, pleno de atributos y de poder… ha venido, ya está aquí, más aun, ¡está en medio! y sin embargo, es un desconocido para el común de la gente. De acuerdo a la profecía de Isaías hay que estar preparados para su advenimiento, y eso es lo que Juan intenta hacer. Sin embargo, es sorprendente que sus interlocutores no aprecian tal revelación pues ni siquiera manifiestan un mínimo interés por inquirir más de Juan acerca de quién y dónde está aquel ser tan notable, tan esperado.
Así ocurre también el día de hoy. Jesús es anunciado, se conocen de él sus obras, sus milagros, su misericordia, su compasión, pero el hombre no parece interesarse mayormente en su persona para conocerle más, para inquirir aunque fuera un poco más. Es que, al igual que los fariseos y los escribas de los tiempos bíblicos, el interés de las personas es sólo nominal, sólo cuando hay alguna necesidad, tal vez. El mismo señor lo dijo una vez a quienes le buscaban para saciar sus necesidades físicas y no las espirituales: “Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Juan 6:26). Qué gran equivocación lo que parece en principio ser una buena intención, buscar a Jesús, pero por motivos errados. ¿Buscará el lector con sinceridad al que ha estado presente por 2000 años en la historia humana?, uno que no es conocido en el mundo, pero que está aquí, cuya muerte en la cruz llevando los pecados de todos los hombres es bien conocida pero poco apreciada, cuya resurrección gloriosa nos muestra la completa satisfacción del Padre por la ofrenda expiatoria de su hijo. Él quiere ser conocido de cada uno de nosotros, él quiere salvar, él quiere darle vida eterna. Prepárese para recibirle confesando sus pecados y su necesidad del perdón de Dios. Conózcale personalmente. Reconózcale como su Señor y Salvador, y reciba la salvación por gracia. rc
Lectura Diaria: | ||
Génesis 35:1-29 [leer]
|
/Salmos 7:1-8:9 [leer]
|
/Mateo 19:16-20:16 [leer]
|