“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” Mateo 11:28.
Mientras los hermanos de José llegan a pararse frente a José, la situación les parecía muy grave y piensan que pagarán caro por lo que ha pasado. Están frente al que antes fuera amable cuando los invitó a cenar. Ahora se hallan afligidos. El momento ha llegado para la gran revelación, y ha de ser un momento de gran intimidad. José no quiere hacer una obra teatral ante un auditorio cuando les concede el perdón. Por eso, José manda a todos sus siervos a salir quedando él sólo con sus hermanos. El asunto de confiar en Cristo para la salvación del alma y recibir el perdón es un asunto personal entre el pecador y Dios. Así lo hizo José con sus hermanos.
Me habría gustado estar presente en el momento cuando se produjo la gran revelación. Las palabras “YO SOY JOSÉ,” dichas con sencillez, produjeron una mezcla de alegría y terror, de alivio y ansiedad, de satisfacción y sobresalto. No dice, “Yo soy el segundo después de Faraón”. Antes bien, José se dirige a sus hermanos y les invita “ACERCAOS AHORA A MÍ. Y ellos se acercaron. Y él dijo: YO SOY JOSÉ vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto” Génesis 45:4. ¡Sorpresa mayúscula! Inmediatamente habló palabras consoladoras: “no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” v.5. José no piensa en vengarse sino en bendecir. No quiere que la distancia causada por el pecado les separe, sino quiere tomarles en sus brazos y darles un beso afectuoso que significa: “te perdono”. ¿Ha experimentado Ud. el perdón que Dios otorga a los que se acercan a Él?
Lo de José nos hace pensar en la invitación que hace el Señor Jesús quien dice, “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” Mateo 11:28. Todos los hermanos fueron abrazados, y todos fueron perdonados. Cuando conocemos a Cristo como Salvador, es como si Él se diera a conocer en toda su majestad y gloria. Nos recibe y nos salva por su gracia. Los que no son de Él estarán afuera sin participar de esa alegría tan inmensa. Pero los que somos del Señor sentimos el calor de su abrazo, la seguridad de sus palabras y su gran corazón de amor es conocido en todo su plenitud. ¿Qué de Benjamín que sufrió por algo que no había hecho? El Señor hizo lo mismo por nosotros. “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” Isaías 53:11. (Conclusión) –David A. Jones
Lectura Diaria: | ||
Exodo 23:1-33 [leer]
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/Salmos 66:1-67:7 [leer]
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/Hechos 13:1-25 [leer]
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