Las palabras del texto fueron dichas por un hombre llamado Simeón. Podemos sacar conclusiones referentes a él y de su estado espiritual. Sus dichos sirven para saber qué es lo que una persona necesita para que esté preparada para morir.
“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación” Lucas 2:29-30
Simeón era un hombre que vivía en Jerusalén. Lucas dejó anotado en su evangelio que el hombre era “justo y piadoso.” La vida de Simeón era regulada por la ley de Dios y los prójimos le reconocían como un hombre correcto en su forma de ser. Simeón era piadoso en cuanto a Dios, pues su corazón estaba consagrado a los intereses divinos y ahí estuvo el secreto de su conducta justa delante de los hombres. Lucas 2:25. Simeón vivía esperanzado en ver la consolación de Israel. Muchos judíos se referían al Mesías prometido por este nombre creyendo que Dios traería consolación a ellos por medio de Él. El pueblo estaba estropeado por los sucesivos gobiernos que les dominaban y Simeón vivía esperando que el Mesías trajera alivio.
Además de ser un hombre justo y piadoso, y un hombre esperando al Mesías, Simeón vivía en contacto con el Espíritu Santo que estaba sobre él. El mismo Espíritu le había revelado “que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” Lucas 2:26. El Ungido del Señor es otro nombre que pertenece al Mesías y cada amanecer Simeón tenía el pensamiento, “quizás este será el día…”. No pensaba en el día de su muerte, sabiendo que antes, conocería al Ungido de Jehová, la Consolación de Israel. Sin saber de lo acontecido en Belén más de un mes antes cuando Jesús nació, los pasos de Simeón fueron dirigidos por el Espíritu Santo a estar en el recinto del templo un día. v.27. Muchos andaban allí sin darse cuenta que una pareja con un niño en brazos venía para hacer por él conforme al rito de la ley” es decir, presentarle ante el Señor y pagar los cinco siclos de plata para redimir su vida según estipulaba la ley. Números 18:15-16. También había sacrificios que la madre tenía que ofrecer. Lucas 2:24.
Antes de hacer el trámite, Simeón interrumpió su caminata y “tomó (a Jesús) en sus brazos, y bendijo a Dios.” v.28 Simeón dijo un corto y conceptuoso discurso. Sin embargo, sus primeras palabras revelaron que ya no seguiría esperanzado, sino que sus ojos habían visto lo que largamente había deseado ver. “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación.” Lucas 2:29-30. Solamente la persona que ha visto la salvación que Dios ha enviado, está preparada para morir. Solamente cuando los ojos de la fe han contemplado al Señor Jesús cual Salvador puede uno decir, “Despide a tu siervo en paz … Porque han visto mis ojos tu salvación”. –daj
Lectura Diaria: | ||
2 Cronicas 10-11 [leer]
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/Ezequiel 34 [leer]
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/Juan 13:1-30 [leer]
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