“Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” Lucas 19:26
Cuando Jesús salió de la casa de Zaqueo anunció que su anfitrión había manifestado su fe. Zaqueo mismo indica su intención de restituir lo que hubiera quitado a otros ilegalmente. Jesús siguió su camino hacia Jerusalén donde habría de morir. En vista del pronunciamiento sobre Zaqueo, y el milagro hecho en Bartimeo, la gente pensaba que había llegado el momento cuando el Mesías establecería su reino. ¿Pensaban acaso ellos en un “golpe de estado”, por cuanto los romanos tenían el país bajo su firme control? Detectando esto, y puesto que tal plan no estaba en su mente, con el objeto de corregir el falso concepto, el Señor contó una parábola. El establecimiento de su reino dependería de su muerte y resurrección.
La mente sumisa se dejaría instruir por la enseñanza. Cuenta de un hombre noble que dejando el lugar en que estaba, se va a un país lejano. Iba para recibir un reino y volver. Los siervos suyos no habían de quedarse con las manos vacías, y cada uno, sin distinción de edad o experiencia, recibió una mina. Todos recibieron lo mismo. En peso, una mina equivalía entre 400 a 500 gramos de dinero metálico. Fue una cantidad suficiente para “negociar”. La orden fue simple : “Negociad entre tanto que vengo” (Lucas 19:13).
No se indica la razón, pero sus conciudadanos (no los siervos) le aborrecían. Durante el tiempo de su ausencia mandaron el mensaje de que no querían que el noble reinara sobre ellos. A pesar de la actitud adoptada por los ciudadanos, llegado el momento y habiendo obtenido su reino, el noble vuelve. La actitud negativa de los conciudadanos no tuvo ningún efecto en su plan y cuando volvió, llamó a los siervos para saber cómo les había ido con su encargo. Algunos tuvieron más éxito que otros, y los que tuvieron resultados positivos recibieron una evaluación alta: “está bien, buen siervo”. Según la fidelidad demostrada, cada uno recibió la autoridad correspondiente: diez minas, autoridad sobre diez ciudades. Diez minas, o sea, cuatro kilos de oro resultaba en una enorme autoridad — diez ciudades. Y así cada uno recibía del noble justo un premio por su servicio fiel.
Pero hubo uno que tuvo un concepto erróneo del noble. No lo consideró como cumplidor de promesas, ni noble victorioso que ganó un reino, o que sería un justo retribuidor. Se fijó solamente en su severidad, la cual por cierto caracteriza a los justos. Donde se equivocó fue en que quiso retener lo que era de otro. Desconocía el derecho del noble de recuperar lo que era suyo. No pensó en recompensas y premios mayores. Por esto, guardó para sí la mina. La evaluación de este siervo envidioso es pésima: “mal siervo, por tu propia boca te juzgo”. Por no usar lo que le fue entregado lo perdió todo. Otro que había sido fiel recibió lo que él podría haber tenido. La lección es doble: 1. Hay siervos del Señor Jesús que están “negociando” con los dones que Él les ha dado y recibirán la recompensa cuando comparezcan ante el Tribunal de Cristo. 2: Hay seres humanos que no saben valorar el privilegio que tienen para escuchar el evangelio y recibir el perdón de sus pecados. Ante el Gran Trono Blanco, perderán todo. ¿Con cuál de los siervos se identifica Ud.? ¿Buen o Mal siervo? –daj
Lectura Diaria: | ||
Levitico 1:1-17 [leer]
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/Salmos 96:1-98:9 [leer]
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/Hechos 24:24-25 [leer]
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