“Cosas mayores que estas verás” Juan 1:50

De los encuentros de Jesús con diferentes personas podemos aprender mucho acerca de las actitudes y convicciones de estas. Algunos necesitaron tan poco para creer, y otros ni siquiera con el despliegue extraordinario del poder de Dios en la persona de Jesucristo, confiaron realmente en él. Tenemos la historia de un hombre llamado Natanael, al final del primer capítulo del evangelio de Juan. Dos de los discípulos de Juan el Bautista han seguido a Jesús cuando éste se los señala. Uno de ellos es Andrés, quien halla a su hermano Simón  y le cuenta: “Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” (v. 41). Al día siguiente  Jesús halla a Felipe y le dice “sígueme” (v. 43). Entonces Felipe, que era de Betsaida en Galilea halla a Natanael y le testifica acerca de Jesús: “Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret” (v. 45). Notemos que Felipe, al igual que Andrés, inmediatamente identifica en la persona de Jesús a aquel que representa el cumplimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento.

Probablemente ellos han pensado en las palabras de Moisés: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis… (de él dice Dios) y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta” (Deuteronomio 18:15-19). Natanael inicialmente manifiesta desdén por el hecho de que Jesús fuera nazareno. Muchos también en el día de hoy manifiestan prejuicios hacia la persona de Jesús por lo que otros le han dicho, o por lo que han visto en la conducta de quienes dicen ser sus seguidores. Lo notable es que Natanael atiende a la invitación de Felipe (“ven y ve”) pues ha de cerciorarse por sí mismo acerca de quien le han hablado. Para vencer su prejuicio e ir a encontrarse con Jesús, este hombre debe sin duda estar genuinamente interesado en las cosas eternas y en la palabra de Dios. Tan pronto Natanael se aproxima, el Hijo de Dios le muestra que conoce perfectamente quién es él. Más aun, identifica con precisión cosas que sólo Natanael sabe (v. 47-48). Acaba de vislumbrar brevemente la omnisciencia, el conocimiento sobrenatural de Jesús, y queda impresionado. Natanael se da cuenta que ante los ojos de Jesús está expuesto, que nadie sino Dios es capaz de tal conocimiento.

Así es la palabra de Dios con cada uno de nosotros: dice un himno “Me declara lo que soy, de quién vine y a quién voy”. Dios, por medio de su palabra, nos hace ver dónde estamos. Si vamos a la condenación o vamos al cielo. Si tenemos la vida eterna o estamos condenados. Nos muestra nuestro pecado y nos señala la solución: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:12). ¿Dónde está el lector? La diferencia la hace la fe que se tiene o no se tiene en el Hijo de Dios. Natanael no necesita escuchar ni ver nada más y expresa su confesión de fe: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (v. 49). Ha necesitado muy poco para creer y el mismo Jesús reconoce que es un israelita sincero y honesto. De la misma manera hay que acercarse a Cristo, con honestidad, dejando los prejuicios y listos a escuchar la palabra de Dios, de un Dios que nos conoce y de quien no podemos ocultarnos (Salmo 11:4). No busque el lector excusas para no creer en Cristo, más bien acérquese sinceramente, contémplele con fe, como aquel Salvador que vino del cielo y dio su vida en la cruz llevando sus pecados, pagando por ellos con su vida. Ahora, resucitado, ofrece la salvación “a todo aquel que cree” (Romanos 1:16), a todo el que confía en él. rc

 

Lectura Diaria:
Génesis 27:1-46 [leer]
/Job 34:1-35:16 [leer]
/Mateo 14:13:36 [leer]