“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” Mateo 5:8

Esta bienaventuranza no tiene que ver con actitudes hacia los hombres sino hacia Dios. Se refiere a las condiciones en las que debemos estar para encontrarnos con Dios. Cuál es el grado de “bienestar espiritual” que debemos exhibir para presentarnos delante de él. Esta es la cúspide de las bienaventuranzas. Aquí Jesús está dejando claro un principio: no importa lo que ustedes hagan por fuera, si no son limpios en el interior no podrán ver a Dios. Ahora, todos hemos violado el estándar de rectitud y justicia de Dios. Un pecador en su condición natural es totalmente inaceptable para Dios no importa cuán “bueno” sea (1 Pedro 1:16-18-22). Jesús desmantela todo esfuerzo externo y pone el énfasis en lo interno, en el corazón (1 Samuel 16:7) “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo” (Salmo 51:6).

En la escritura el corazón es la parte de nosotros desde donde emergen todos los aspectos de la vida (Proverbios 4:23). Tiene una implicancia triple: por un lado es donde se asientan nuestros afectos y emociones: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). También es donde se asienta nuestra comprensión, y en este sentido también se refiere a la mente, al discernimiento, a la comprensión: “Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mateo 13:15). Y en tercer lugar, se refiere a la fuente de todas las palabras y acciones del hombre: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias” (Mateo 15:19). El corazón del hombre es desesperadamente malo, engañoso, proclive al mal (Jeremías 17:9). Por lo tanto, para tener un “limpio corazón” se requiere un cambio mayor en nosotros mismos. El salmista pide a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (Salmo 51:10). Dios está buscando corazones limpios. Eso es la salvación, y es obra de Dios solamente. Dios concede su justicia y su pureza a cada creyente al momento de la salvación, cuando el individuo deposita su fe en Cristo reconociéndole como su único y suficiente salvador, como uno que murió en la cruz llevando sus pecados y sufriendo el justo juicio de Dios, para darle la vida eterna (Filipenses 3:9).

La bendición a los de limpio corazón es “ver a Dios”. Se refiere a la contemplación continua. Ver a Dios era un anhelo profundo del alma de los justos en el antiguo testamento pero muy pocos le vieron, y parcialmente. Ahí está la petición de Moisés: “te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33:18). El mismo Felipe pide a Jesús: “muéstranos el padre” (Juan 14:8). Sin embargo, nosotros le vemos continuamente en la escritura y le vemos en la creación, pero al momento de ser iluminados por la verdad, al contemplar al Hijo de Dios en su realidad, vemos a Dios. al contemplarle por la fe le vemos inmediatamente, al contemplar al Hijo, vemos al Padre (Juan 14:9). Sin embargo, la esperanza final de ver a Dios y contemplar su gloria, ver y estar en su presencia, es para los salvados: “estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17). Esa es la misma esperanza de Job en la antigüedad: “después de deshecha esta mi piel… he de ver a Dios” (Job 19:26). En la Biblia se menciona el caso de un hombre que nos cuenta de un momento específico en su vida en que vio al Señor: “Vi yo al Señor” nos dice Isaías (Isaías 6:1). El creyente en Cristo tiene la seguridad de que su corazón ha sido limpiado y ha recibido la vida eterna; más aún, en el futuro estará “para siempre con el Señor”. Es una faceta más de la vida eterna el ver su rostro y contemplar su gloria, de cerca, en comunión, por siempre. Primero, limitadamente, en esta vida y luego completamente en la eternidad. ¿Cuál es la esperanza de lector para la eternidad? ¿Ha tenido aquel momento en su vida en que por la fe ha visto a Cristo, el Hijo de Dios como su salvador y le ha recibido como tal? rc

 

Lectura Diaria:
Génesis 1:1-2:3 [leer]
/Job 1:1-2:10 [leer]
/Mateo 1:1-25 [leer]