Muchas personas han tenido la experiencia de ver algo que les deja impresionadas. Pero cuando tratan de describirla, no hallan las palabras adecuadas para explicársela a otros. Solamente pueden decir, es inexplicable, es decir, inefable.

 

 

“¡Gracias a Dios por su don inefable!” 2 Corintios 9:15

 

Cada cristiano reconoce que diariamente recibe múltiples bendiciones de parte de Dios. “Bendito el Señor; CADA DÍA nos colma de beneficios el Dios de nuestra salvación. Selah” Salmo 68:19. Ningún día pasa en la vida del hijo de Dios sin que tenga motivo para estar agradecido y adorar al Padre en el Nombre del Señor Jesús. Hay hermanos y hermanas que cuando termina el día agradecen al Señor por las variadas bendiciones recibidas. Sin embargo, el texto de cabecera llama una de estas bendiciones, “inefable”. Algo “inefable” o indecible es lo que no se puede explicar con palabras.

 

¿Cuál es este “don” que no se puede describir? Obviamente es más allá de nuestra capacidad de comprenderlo cabalmente. Al tratar de contemplarlo, surge una admiración sobrecogedora. Reconocemos nuestra incapacidad de proferir palabras de adoración dignas de la persona del Señor Jesús. Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor; es nuestra Esperanza “la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” Hebreos 6:19. Pedro dice lo mismo de esta manera, “a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” 1 Pedro 1:8. Es un gozo que no se puede explicar con palabras.

 

La inefabilidad del don produce el “gozo inefable”. Reconocemos que no merecemos ser tomados en cuenta a causa de nuestra condición de pecadores. Merecemos ser separados de Dios para siempre, pero por amor ha hecho posible que recibamos el perdón y la vida eterna. Como dice el coro:

 

Gozo inefable inunda mi alma,

Al recordar que: Cristo me amó.

Gozo inefable, paz infinita,

¡Aleluya! Él me salvó.

 

¡Qué alegría! Cristo salvóme,

Su luz alumbra mi corazón.

¡Qué alegría! Voy a la gloria,

¡Aleluya! Tengo perdón.”

 

¡Piénsalo! El Hijo de Dios se humilló para tomar forma humana a fin de sufrir por nuestro pecado. Soportó la agonía de la cruz para propiciar la justicia de Dios. Fue un acto de amor y gracia. Aunque nos deja con palabras en el corazón, los labios no son capaces de pronunciarlas. Decimos con gran sentimiento; “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres” Salmo 126:3. –daj

 

Lectura Diaria:
Levitico 22:1-33 [leer]
/Salmos 128:1-131:3 [leer]
/Marcos 8:11-26 [leer]