A menudo un pecado cometido conduce al ser humano a cometer otro y así seguir por el camino de la rebeldía delante de Dios. El hijo mayor comenzó con el enojo y terminó diciendo cosas destempladas y al final faltó respeto a su padre.
“Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?” Juan 12:38
Lucas 15 presenta cuatro cosas perdidas; una oveja buscada por el pastor; una moneda buscada por un mujer, y dos hijos. El hijo menor se perdió lejos de la CASA del padre, el hijo mayor estaba perdido del CORAZÓN de su padre, si bien cerca de la casa. La gracia sublime del padre se ve en que “salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase” (Lucas 15:28). Lanzándose a criticar al padre, el hijo mayor cometió múltiples faltas. Primeramente estaba enojado cuando dijo al padre: “he aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos” (v.29). Comenzó con una expresión carente de respeto, “he aquí”. Luego se presentó ante el padre como don Perfecto, “no habiéndote desobedecido jamás”. El padre acaba de decirle que entrara a la casa, pero no quiso. ¿Acaso no fue esto una desobediencia? Luego acusó al padre de ser egoísta: “nunca me has dado ni un cabrito” (v.29). No llamó a su hermano por su nombre, sino se refirió a él como “tu hijo”, y luego supuso lo peor referente a su hermano, sin haber intercambiado con él ni una sola palabra. Celoso, criticó al padre por el tamaño del animal que ordenó matar para la ocasión, “el becerro gordo” (v.30). La paciencia del padre es destacable pues buscaba la paz con su hijo mayor y también su bienestar.
Dijo el padre: “hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” (Lucas 15:31). El favor hecho al hijo menor no iba a empobrecer al mayor. Hubo riquezas para él también. El corazón del mayor está lleno de desprecio para con su hermano, y no estuvo conforme con el trato que el padre le dio. Estaba más preocupado de sí mismo que de cualquier otro. “He aquí, tantos años te sirvo”, dijo, y así revela que no gozó de la relación que pudo haber tenido como hijo. El hijo menor volvió no deseando otra cosa sino “ser jornalero”. El hijo mayor es un rebelde, lejos del corazón del padre.
La gracia del padre persiste durante todos los improperios del hijo. Es figura de los fariseos que criticaban a Jesús al comienzo del capítulo cuando Él recibía a los publícanos y pecadores. La actitud del hijo mayor nos hace ver la razón porque Isaías hiciera las preguntas citadas en el texto de cabecera, “¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?” Aquellos que no aprecian lo que Dios quiere hacer por ellos y por otros están ciegos por causa de su incredulidad. El hijo mayor se engañó a sí mismo pensando que no necesitaba de la gracia igual que su hermano. Prefirió no participar en la bondad manifestada hacia el pecador necesitado. No compartió el pensamiento del padre. Hoy, miles de personas están en lo mismo. No se quieren humillar delante de Dios para creer su Palabra y recibir su amor. El hijo mayor se privó de mucha alegría al adoptar una actitud intransigente. El hijo mayor nos enseña una lección importante. ¿Cuántos hoy, al escuchar la invitación del evangelio, se negarán a responder? Así no querrán entrar para disfrutar de la bendición que hay en la casa del Padre. –DAJ/rc00
Lectura Diaria: | ||
Deuteronomio 4 [leer]
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/Eclesiastés 5-6 [leer]
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/Lucas 7:30-50 [leer]
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