“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” Juan 3:18
Por 26 años el Papa Juan Pablo II fue líder de los católicos en el mundo, hasta que falleció en 2005. Viajó extensamente como estadista y líder religioso. Expresó sus pensamientos referentes a la guerra, la violencia, el terrorismo, la paz y la moralidad. Jefes de gobierno buscaban oportunidad para juntarse con él pues era una influencia en la vida de mil millones de fieles. Unos años atrás el Papa emitió una Carta Encíclica dirigida a los obispos de la Iglesia. En el párrafo 26, dijo: “La verdad absoluta y certera de nuestra vida, más allá del hecho que existimos, es la inevitabilidad de nuestra muerte. Dado este hecho preocupante, la búsqueda por una respuesta adecuada es inescapable. Cada uno de nosotros tiene el deseo y el deber de conocer la verdad acerca de nuestro destino.” Reflexionó el Papa que en la sociedad de hoy, la creencia popular es que nadie puede saber nada con certeza absoluta y opinó que da como resultado que “muchas personas andan tropezando hasta el borde del abismo sin saber adonde van.” Cierre de cita.
Nos conviene preguntarnos acaso sabemos a donde vamos. Hay muchos que oraron por el Papa. Es demasiado tarde para orar por él o por cualquier otro después de su muerte. El destino de la persona es decidido ahora en esta vida: es el cielo o el infierno. El destino de cada ser humano no es algo que Dios decida usando una balanza para examinar la vida de él retrospectivamente. Ésta es enseñanza falsa. El evangelista Billy Graham declaró, al ser entrevistado después de la muerte del Papa Juan Pablo II: “Yo creo que el cardenal Wojtyla está con el Señor porque era un creyente. El creía en la cruz de Cristo y su resurrección”. Dónde esté el Papa y donde estén todos los demás seres humanos muertos depende solamente de una sola cosa: ¿hubo un momento en la vida de cada cual cuando personalmente confió en Cristo como su Salvador antes de pasar del tiempo a la eternidad? Es un acto sencillo de fe personal. La salvación no se entrega en base de la fe más obras buenas. Nada de confiar en el bautismo, o en los sacramentos, o un estilo de vida. La salvación se recibe al confiar en Cristo sólo para nuestra salvación personal y eterna.
María, la madre de Jesús reconoció su necesidad de un Salvador, pues dijo: “mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” Lucas 1:47. El nombre “salvador” significa “el que rescata algo de perecer”. Solamente la fe en Cristo Jesús salva al alma. Yo nunca tuve la oportunidad de tener una audiencia privada con el Papa Juan Pablo II, así que no pude preguntarle en que dependía él para la eternidad, y ya no tendré chance de preguntarle. Pero, puedo preguntar a Ud. ¿De que depende Ud. para la eternidad? ¿Acaso va tropezando en las tinieblas acercándose al borde mismo del abismo, incierto de su destino? La vida eterna es un regalo y no nos llega A TRAVÉS DE un iglesia o EN una iglesia. Es a través de una persona. Otro Juan, el apóstol, explicó: “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” 1.a Juan 5:11-13. — P. Ramsey/DAJ/rc