Es siempre una preocupación entre la juventud obtener las mejores notas posibles para seguir adelante en su preparación para su carrera. Los adultos hemos pasado por eso. La meditación de hoy es para animar a la juventud a no olvidar de dar tiempo a su Dios y recibir enseñanza de la Palabra.
“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” Hebreos 10:25.
Años atrás unos estudiantes universitarios acompañaron a sus pares a unas reuniones evangelísticas. La presentación de Cristo como Salvador fue muy clara y algunos se convirtieron. Asistían a sus clases diariamente y como todo estudiante, tenían muchas tareas que hacer e investigaciones que cumplir. Las visitas a la biblioteca eran diarias ya que esto fue antes que hubiera acceso fácil al Internet. Por tanto, las horas libres cuando no estaban en clases requerían una buena parte de su tiempo. Sin embargo, estos estudiantes, recién convertidos, tomaron una decisión digna de imitar. En la iglesia local donde asistían, había dos reuniones cada semana cuando la Biblia era explicada. Los estudiantes convertidos se comprometieron a no faltar a ninguna de ellas. Reconocieron que si ya pertenecían a Cristo, debían buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia…” Mateo 6:33. Cumplieron con el Señor y sus notas no sufrieron. Llegaron a ser miembros valiosos de iglesias locales en Chile. Su ejemplo es digno de seguir.
Años más tarde una señorita, estudiante universitaria, fue aconsejada por una hermana en la fe, pues veía que asistía apenas el día domingo en la mañana y estaba ausente en todas las demás reuniones. A veces estaba en clase, pero otras veces, prefirió dedicarse a sus estudios. Su consejera le escribió expresando su preocupación por “lo poco de la palabra que recibes de la enseñanza”. Le preguntó “si los estudios ¿realmente tienen que ocupar tu tiempo a tal punto que desplazan lo que más interesa a Dios?” Cada creyente debe saber que lo que podremos llevar a la eternidad es lo que tiene que ver con Dios, no tanto el servicio que hagamos sino lo que aprendemos de Él. A través de la enseñanza de la Palabra de Dios, aprendemos de su carácter, y especialmente de lo que significó el sacrificio de su Hijo. También aprendemos de la grandeza de su amor y otras cualidades divinas. La hermana que aconsejaba también dijo: “una parte de esto (lo aprendido de Dios) lo suple la lectura personal de la Biblia pero otra parte es lo que Dios imparte por la enseñanza (de hermanos dotados). Es como cuando una se prepara comida, algo rápido, pero cuando otra más experimentada la prepara, y la hace con esmero, sale más rica y probablemente más nutritiva”.
El gran problema que se ve hoy día es que algunos se ilusionan con ser utilizados por el Señor para enseñar la Palabra pero no toman tiempo para aprender primero. Esto produce desnutrición espiritual. La necesidad de recibir enseñanza es grande y hay buenos enseñadores disponibles. Todos debemos aprovechar lo que Dios provee. Por eso a los estudiantes en forma especial apelamos para que sepan dejar tiempo para aprender de Dios y no dedicarse solamente a sus estudios. Una universitaria relató la decisión suya de dejar tiempo para Dios, especialmente el día domingo. Fue difícil cuando veía a las compañeras en la residencia dedicándose a sus estudios sin tomar a Dios en cuenta, pero se mantuvo firme en su resolución. Y, al fin del año, ¿cómo estuvieron sus notas? ¡Excelentes! “Jehová el Dios de Israel dice: … yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” 1 Samuel 2:30. Honramos a Dios cuando recibimos su enseñanza. –daj
Lectura Diaria: | ||
1 Cronicas 15 [leer]
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/Ezequiel 16:1-34 [leer]
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/Juan 5:34-47 [leer]
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