“Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta” Marcos 10:21
Las palabras del Señor Jesús al joven rico expresan una verdad que encontramos desde el Génesis hasta el Apocalipsis, literalmente. No sólo para los no salvados las palabras de Jesús son necesarias. También para los seguidores de Cristo resultan vitales. En el nuevo testamento tenemos dos ejemplos muy importantes que nos enseñan otra vez la gran verdad de que podemos hacer y afanarnos en muchas cosas y de muchas maneras, pero si perdemos de vista lo más importante lo habremos perdido todo. No perder la salvación, pero sí dejar de conocer al Señor Jesucristo, perder oportunidades preciosas de comunión con él, perder el rumbo y hacer nuestra propia voluntad, que sin duda nos traerá de vuelta amargas consecuencias. En el caso de iglesias cristianas, perder el norte implica arriesgar la existencia misma.
En Lucas 10:38-42 tenemos el encuentro de Jesús con una familia que pronto vino a ser muy amada para él, en Betania. Estaba, entendemos, constituida solamente por tres hermanos: Marta, María y Lázaro. Según el relato de la Escritura, María oía la palabra de boca del mismo Hijo de Dios sentándose a sus pies (v. 39). Marta, por otra parte, “se preocupaba con muchos quehaceres” (v. 40). En un momento, ella reclama contra su hermana que no le ayudaba con las labores domésticas. Jesús no le dice que dichas tareas no fueran importantes, pero le responde desde la perspectiva de las cosas eternas: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (v. 41-42). En su intento de servir y de mantener todo dispuesto de la mejor manera para Jesús, Marta había dejado la única cosa necesaria en segundo lugar, que era Jesús mismo. Con muy buena intención había equivocado sus prioridades. En Apocalipsis 2:1-7 tenemos la carta de nuestro Señor a la iglesia en Éfeso. Una iglesia con mucha actividad, probablemente compuesta por muchas personas con el mismo espíritu de Marta, con sincero deseo de hacer cosas para Dios. Jesús mismo les dice “yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado” (v. 2-3). ¡Qué gran congregación! Preocupada de muchos quehaceres para la gloria de Dios, pero… había olvidado una cosa: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (v. 4).
Tal como Jesús le dijo al joven rico, dice a Marta, y le dice a la iglesia entera de Éfeso: “una cosa te falta”. El primer amor del creyente ¿cuál es? El Señor mismo, no hay otro. Sin embargo, la iglesia de Éfeso había perdido la perspectiva y por servir y hacer habían desplazado del primer lugar al Señor mismo. Es un asunto de prioridades ¿Tiene acaso el Señor que decirnos lo mismo a cada uno en el día de hoy?, ¿Qué cosa le falta al lector? Si no es salvo, le falta la fe en la persona de Cristo y su obra salvadora en la cruz muriendo por sus pecados. Si es cristiano, ¿será que han variado sus prioridades? El mismo Señor Jesucristo nos da la respuesta: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete” (v. 5) rc