El verdadero valor de una persona se ve cuando está delante de Dios, sola, y de rodillas. El valor de una persona no se ve cuando está parada frente al prójimo. Estar en la presencia de Dios nos desnuda de toda pretensión humana. No hay nada encubierto ante los santos ojos de Dios.

 

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:16.

 

El texto de hoy nos anima a acercarnos a Dios. La razón por la cual una persona orante se acerca a Dios es porque está consciente de su necesidad de recibir misericordia de parte de Dios. También precisa obtener gracia, o sea, recibir la fuerza necesaria para vivir como Dios quiere. Es necesario cuidarse para estar en condición de presentarse ante Dios. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. 1Timoteo 2:8. Cualquier vestigio de hipocresía desaparece en la presencia del Dios verdadero. El tamaño moral del cristiano no se ve en la presencia de otros, sino cuando se presenta delante de su Señor. No se toma la medida del cristiano según lo que estimen los hombres, sino según lo que Dios ve. Y el corazón sincero acepta la evaluación de Él.

 

Orar es el privilegio de cada hijo e hija de Dios. La puerta a la presencia del Padre está siempre abierta pero uno no debe presentarse livianamente ante Dios. La invitación está incluida en la exhortación hallada en Hebreos 10:22, “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Es como si Dios dijera: “pase con confianza.” Pero esto mismo debe producir un autoexamen, puesto que una condición necesaria para orar es que levantemos manos santas, “sin ira ni contienda” 1 Timoteo 2:8. Levantar manos santas es venir delante de Dios sin haber estado ocupado en actividades maliciosas. Y si las manos están sucias, la confesión del pecado tiene que ser previa a toda otra petición. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9 Al confesar el pecado, la Biblia indica el resultado, “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7.

 

En la muerte del Señor Jesucristo, hay limpieza para el pecado. Luego con la libertad que nos concede el perdón, podemos orar con confianza. Buscar el rostro de Dios es un privilegio de todo creyente en Cristo, “pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Romanos 8:15. En la práctica de la oración, se ve el verdadero valor del hijo de Dios. Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo 1 Pedro 1:13-16. –daj

Lectura Diaria:
1Reyes 1 [leer]
/Jeremías 9 [leer]
/Efesios 3 [leer]