En una carta escrita a sus padres el 17 de diciembre de 1943, Bonhoffer les pide que no se preocupen por la separación que están sufriendo. Les dice que se alegrará si ellos se alegran en esta fecha y recuerdan las preciosas navidades que pasaban juntos.

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Juan 8:36

En una parte escribe esto:

“Desde una perspectiva cristiana, probablemente muchos de los que estamos aquí en la celda de una prisión celebraremos la Navidad de una manera más auténtica y con más significado que en lugares donde sólo se celebra de nombre”.

“La miseria, el dolor, la pobreza, la soledad, la desesperanza y la culpa significan algo bastante diferente a los ojos de Dios que lo que juzga la mente humana. Dios va precisamente a los lugares de los cuales los hombres intentan escapar. Cristo nació en un establo porque no había lugar para él en la posada. Un prisionero capta esto mucho mejor que otros y para él estas son verdaderamente buenas noticias”.

“Y en la medida que el hombre cree esto, conoce que ha sido puesto como parte de una compañía, un grupo de verdaderos Cristianos, una comunidad que va más allá de todos los límites de tiempo y de lugar. Entonces las paredes de la prisión pierden su significado”.

Bonhoffer nos recuerda que Dios vino precisamente a este mundo en una condición de humillación, debilidad y pobreza, donde fue despreciado desde antes de nacer. Nació donde nadie querría nacer. Desde Belén se nos enseña que el Cristo va a padecer desprecio, y que su venida será ignorada aun por quienes profesan amar a Dios. Esto aún ocurre el día de hoy, pero ¿cómo podría un cristiano de verdad ignorar el nacimiento de su Salvador? En nuestra pretendida celebración del nacimiento de Jesús pudiéramos tristemente perder la memoria de nuestra desesperación que fue la que motivó que el Hijo de Dios sufriera por nosotros. Podemos pasar por alto la soledad y ansiedad presentes en aquel establo de Belén.

Él viene “para dar buenas nuevas a los pobres”. En el mismo pasaje dice de Dios Padre: “Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19). Tal vez algún lector está en una solitaria prisión, tal vez en una cama de hospital, o quizás está prisionero en sus problemas, aflicciones, adicciones o situaciones diversas. De cualquier manera, si alguno no tiene a Cristo como su salvador, la Biblia enseña que está en prisión, en esclavitud (Juan 8:34). Para todos los cautivos hay buenas nuevas. En Cristo hay libertad y salvación, quien es el camino, y la verdad y la vida (Juan 14:6). Él nos recuerda, hablando de sí mismo y como lo dice el texto del principio: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Cristo ha venido para libertarnos de la esclavitud del pecado, del yo, del egoísmo, de la autosuficiencia. Las circunstancias de la vida nos ponen a veces en instancias que nos dan otra sensibilidad y nos permiten comprender de mejor manera las verdades espirituales. El sufrimiento personal trae un más profundo significado a la Navidad. ¿Hay algún cristiano confinado a una cama por enfermedad, o en una celda de una prisión?, como Bonhoffer puede sentir la comunión con el Señor y con los hijos de Dios. ¿Hay algún no salvado en una condición parecida? Primeramente reconozca que está cautivo en la prisión del pecado y expuesto a la condenación eterna. Reconozca al Cristo que vino a dar libertad precisamente a esta clase de cautivos. Crea que él dio su vida en la cruz pagando el castigo por sus pecados y recibirá la vida eterna. No deje pasar esta oportunidad para creer en Cristo. –rc

Lectura Diaria:
Esdras 5 [leer]
/Daniel 6 [leer]
/Apocalipsis 2:1-17 [leer]