Luego del último acto de rebeldía del diablo al reunir pecadores contra el Rey, serán juzgados por fuego. ¿Qué ocurre a continuación?

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” Apocalipsis 21:1

El diablo que es lanzado en el lago de fuego, donde ya estaban la bestia y el falso profeta (Apocalipsis 20:9-10). En seguida viene la segunda resurrección y el juicio del gran trono blanco, y a continuación todos los perdidos son lanzados al lago de fuego (Apocalipsis 20:15).

Entonces nos aproximamos al estado eterno, la eternidad sin fin, en una condición difícil de imaginar comprensivamente y a cabalidad por nuestras mentes aún arruinadas. Tenemos, sin embargo, luces con relación a este estado en la Palabra de Dios que veremos en notas posteriores. ¿Qué es la eternidad? ¿Cómo abarcarla en la mente? En Isaías dice Dios que él habita en la eternidad (Isaías 57:15). Sin comienzo, a diferencia de nosotros que en un punto del tiempo nacimos en este mundo. Aun así, Él ha puesto la eternidad en el corazón del hombre (Eclesiastés 3:11). La descripción de los albores de este estado hacia el cual la importancia del tiempo se desvanece, comienza con otra visión del testigo presencial privilegiado, Juan. Recién ha visto “un gran trono blanco”, ahora nos dice que ve un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1).

La historia se comienza a cerrar, el círculo comienza a completarse haciéndose cargo de lo que el apóstol Pedro ha dicho tres mil años antes: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Cuando en la Biblia se nos habla de la esperanza es algo totalmente seguro, a diferencia de nuestras esperanzas terrenales que son inciertas. “Nosotros esperamos” es una esperanza cierta, segura de acontecer. La venida del Señor es la esperanza bienaventurada (Tito 2:13), segura y garantizada porque fue anunciada por el mismo Señor: “vendré otra vez” (Juan 14:3). Pero ahora estamos considerando el también seguro advenimiento, según sus promesas, de cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia. Los creyentes hemos dejado atrás los pecados, las vanidades, ya no pertenecemos al mundo al cual pertenecíamos, somos ahora ciudadanos celestiales esperando nuestra ciudad.

Nos es difícil pensar cómo será esta tierra una vez que el Señor la haya hecho pasar por fuego, ya sin mar. El mar ha determinado nuestra historia humana desde hace miles de años. El mar separa los seres queridos, separa naciones, el mar es asiento de tragedias y de catástrofes. En la tierra nueva no habrá separación entre los pueblos y los redimidos, todos estarán juntos. ¿Qué de la Iglesia? ¿Dónde estaremos físicamente los creyentes? La respuesta corta nos dice: “estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4:17) y es cierto. Sin perjuicios, sin tribulación, sin dolor ni tristeza. La respuesta larga es gloriosa y la veremos a continuación en otras notas, Dios mediante. –rc

(Continúa)

 

Lectura Diaria:
Jueces 16 [leer]
/Isaías 35 [leer]
/1 Corintios 13 [leer]