La providencia de Dios es su soberanía hecha palpable, es el evidente trabajo de su poder y autoridad para los suyos, en el espacio y tiempo, en nuestro día a día, en las cosas que planificamos, el aire que respiramos, los momentos que vivimos. En el encuentro de Jesús con la viuda de Naín vemos la providencia de Dios. Ella iba en el cortejo de su hijo y “he aquí” se encuentra con Jesús. Nada ocurre por casualidad.

 

“Y he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda… Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro” Lucas 7:12-14

 

Providencia es una visión anticipada (pro-videncia). UN conocer las cosas antes de que estas ocurran y esa omnisciencia es un atributo de Dios. Abraham describe muy bien el sentido de la providencia cuando es requerido de sacrificar a Isaac: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío” (Génesis 22:8). Dios pro-veerá, es decir, verá anticipadamente. En efecto, Dios vio anticipadamente y determinó que un carnero estuviese “trabado en un zarzal” (Génesis 28:13). La provisión divina es en base a su conocimiento anticipado de todas las cosas, y así ocurre siempre. De ahí que Abraham llame el lugar “Jehová proveerá” (Jehová–Jireh) – “Jehová verá anticipadamente mi necesidad y me proveerá en el futuro así como lo hizo aquí una vez” (Génesis 22:14). El el caso que estamos considerando, la viuda de Naín, el relato nos dice:“Y cuando el Señor la vio… (Él ya la había pro-visto) …se compadeció de ella”.

Lo que ocurre es inevitable, pues cuando el Señor se encuentra con la muerte, es imposible que esta prevalezca. El es el único que le puede decir “no llores” a esta viuda, sin que sea sólo una condolencia sin sentido, como la que el hombre entrega muchas veces. El que dice “no llores” es el mismo que dijo: “Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18). Ya en el antiguo testamento Dios dice “Hice al corazón de la viuda cantar de gozo” (Job 29:13). No es un buen deseo de condolencias, es una promesa, tal como la promesa “tu hermano resucitará” (Juan 11:23).

De paso, esta mujer no esperaba nada del Señor, y ni aun sabemos si creía en Él. Su hijo había muerto y esa era toda su realidad, pero resulta que se encuentra con Jesús… y todo cambia, para ella y para quienes le rodean. El se compadeció de ella. Eso es todo, y eso es lo grande. Ningún mérito en ella ni en los salvados por su gracia. El tuvo compasión cuando la vio y conoció su drama. El llamado directo, personal e imperativo del Hijo de Dios no tiene resistencia. Me recuerda el irresistible llamamiento del Señor en la salvación: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21). ¿Cómo un salvado podría perder la salvación? ¿Acaso el hijo de la viuda de Naín iba a morir al rato después?.

Este milagro es una miniatura del día futuro en que los muertos en Cristo resucitarán incorruptibles. Pablo se hace eco de estas palabras de Jesús: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. — Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. — Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. — Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:13-16). “No llores”, dice Jesús a todo creyente atribulado, porque él ha provisto, él sabe lo que estamos pasando y sabe lo que hará. –rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
Deuteronomio 22-23:8[leer]
/Joel 3 [leer]
/Lucas 12:22-40 [leer]