Hemos visto que la parábola de la viuda de la ciudad es también un esbozo profético del período de la Gran Tribulación, cuando Israel sufrirá a manos de un “adversario”, la acción desatada de Satanás. Con todo, el llamado a la oración continua y sin desmayo se mantiene.

“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Lucas 18:8

 

La esperanza de la iglesia es la venida del Señor Jesucristo y el arrebatamiento. La esperanza de la oprimida viuda de la ciudad –figura de Israel— es ser vengada de su adversario. En cierto modo, las profecías adquieren nuevo significado. La esperanza para esta viuda es la restauración gozosa: Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que serás llamada Hefzi-bah (“mi delicia está en ella”), y tu tierra, Beulah (“casada”); porque el amor de Jehová estará en ti, y tu tierra será desposada” (Isaías 62:4-5). Habrá un tiempo cuando Dios se regocijará sobre Israel como el novio con la novia: Así ha dicho Jehová: En este lugar, del cual decís que está desierto sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que están asoladas, sin hombre y sin morador y sin animal, ha de oírse aún voz de gozo y de alegría, voz de desposado y voz de desposada, voz de los que digan: Alabad a Jehová de los ejércitos, porque Jehová es bueno, porque para siempre es su misericordia; voz de los que traigan ofrendas de acción de gracias a la casa de Jehová” (Jeremías 33:10-11).

 

Podemos oír la plegaria de la viuda de la ciudad, proféticamente, en los salmos 54, 55, 79 y 94. Más explícito es el clamor en Apocalipsis 6:9-11: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra. Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos”. “Todavía un poco de tiempo”, se les contesta a los justos oprimidos. Del juez injusto se dice que no quiso hacerle justicia a la viuda “por algún tiempo” (Lucas 18:4), pero en seguida Jesús añade: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia” (Lucas 18:7). En la tribulación, la viuda –Israel– puede orar por justicia y venganza con propiedad y ser oída en el cielo.

 

No obstante, después de todas las consideraciones secundarias que hemos visto, no olvidemos el propósito de la parábola de la viuda de la ciudad. Tenemos un adversario que aun en la hora presente se opone a nosotros y a todo lo que tiene que ver con Dios, pero la parábola enfatiza lo que nosotros debemos enfatizar: La necesidad de orar siempre y no desmayar. Que continuemos entonces dispuestos a la oración y hagamos de cada persecución una oportunidad fresca para el ruego y la reiteración en oración. Termina el Señor con una pregunta inquietante y pertinente: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Cuando él venga… ¿quedarán en la tierra quienes estén esperando, sufriendo y orando? –rc

Lectura Diaria:
Deuteronomio 26:16-27:26[leer]
/Amós 1-2 [leer]
/Lucas 13:22-35 [leer]