Una gran necesidad existe en todo el mundo y es la necesidad de tener hogares cristianos en que los padres y las madres hablen abiertamente de las cosas de Dios. Moisés mismo dio la pauta muchos años atrás, “y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7).
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno,… porque de la abundancia del corazón habla la boca” Lucas 6:45
Juan Paton era un escocés que era misionero en las islas de las Nuevas Hébridas, un grupo de islas en el Pacífico Sur. Hoy día es llamado Vanuatu. Fue en el año 1858 cuando Juan dejó su país para servir al Señor, sin saber que dentro del año iba a perder a su esposa y primer hijo. De vuelta en Escocia el año 1863, se casó de nuevo y con Margarita, su segunda esposa, y sirvieron al Señor juntos durante 42 años hasta que ella murió. ¿Cómo fueron los años de formación de Juan Paton para que llegara a ser tan destacado siervo del Señor? ¿Cómo eran sus padres y qué es lo que hicieron para influenciar a su hijo para entregarse al Señor y luego servir con gran sacrificio?
El padre de Juan Paton quería ser predicador del evangelio, pero se dio cuenta que Dios no le había llamado a eso. En vez de ser un cristiano inactivo escuchando sermones, el papá de Juan se comprometió con el Señor diciendo: “Si me da hijos, los voy a consagrar sin reserva al ministerio de Cristo”. Dios aceptó el “voto” de su padre y tres hijos llegaron a ser predicadores del evangelio. Juan fue el mayor, luego Walter, unos años menor que él y Jaime, el menor de la familia. La familia tenía que caminar seis kilómetros con sus padres para asistir a las reuniones de la iglesia. Para los hijos, no era ningún problema acompañarlos para escuchar el evangelio y las conversaciones en el trayecto muchas veces eran de temas bíblicos. Juan reconoció después que la familia aprendió lo que era hablar en forma sincera acerca de Dios y no tener solamente “conversaciones religiosas”.
La actitud de los padres creó en ellos una expectativa para buscar y hallar en Dios todo lo que su alma necesitaba para ser feliz. La estimulante conversación en familia despertó interés espiritual. No eran conversaciones forzadas sobre las cosas de Dios, sino comentarios diseñados para que en Cristo fijaran la vista. Juan mismo dice que “Eso hizo toda la diferencia entre un tema atrayente y otro que carecía de interés”. ¿Hay acaso hogares como él de Juan Paton hoy, donde los padres estimulan a sus hijos a amar al Señor Jesús? Cuando los padres conocen a Dios a través del Salvador y viven una vida realmente cristiana, esto produce un efecto saludable en los hijos. Les da ganas de conocerle y servirle también. Jesús mismo explicó a la mujer samaritana que él “que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). Cuando uno ha bebido del “agua viva” que el Señor ofrece, y luego habla del Salvador, otros se sienten refrescados. Es como una fuente de la cual fluyen las palabras benditas que honran a Dios y dirigen a otros a creer en Cristo. –daj
Lectura Diaria: | ||
Exodo 5:1-6:13 [leer]
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/Salmos 35:1-36:12 [leer]
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/Hechos 2:1-21 [leer]
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