Hay miles de casos de martirio que son desconocidos por los cristianos hoy. Sabemos de algunos casos de violencia religiosa en diferentes partes del mundo hoy, pero de los siglos pasados son pocos los relatos. De la revista Historia Cristiana compartimos la historia del año 298.

 

“¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos,…” Hebreos 11:32-33.

 

El jolgorio estaba en su apogeo en el mes de julio, 298. Las tropas en África del Norte celebraron el cumpleaños del emperador Maximiano con una fiesta grande, comiendo y bebiendo. Como de costumbre, había sacrificios al emperador, a quien ponían en el mismo nivel de sus dioses. Pero no todo el mundo estaba en un ambiente de fiesta. Marcelo, un centurión (oficial de más de cien hombres) contempló la escena con disgusto. Él había llegado a una crisis. Como un convertido a Cristo, él sabía que Maximiano, por poderoso que fuera, era un simple hombre. Sólo Cristo podría ser gobernante de su corazón.

 

De repente, Marcelo se puso de pie. Delante de todos los hombres, se quitó su cinturón militar y la tiró al suelo. “Yo sirvo a Jesucristo, el Eterno Rey,” dijo en voz alta. También dejó caer las insignias de su rango. “A partir de ahora dejo de servir a los emperadores. Yo desprecio y me niego a adorar a los dioses de madera y de piedra, que son ídolos sordos y mudos. Si tal son las condiciones del servicio militar y nos vemos obligados a ofrecer sacrificios a los dioses o a los emperadores, he aquí yo echo fuera mi presilla y cinturón. Renuncio a estas normas y me niego a servir.” Asombrados, sus compañeros soldados lo agarraron. A los oídos de ellos, las palabras de Marcelo no eran sólo blasfemia sino también insubordinación y traición. Lo arrastraron ante el gobernador local, Anastasio Fortunato. “Tírenle a la cárcel”, dijo Fortunato.

 

Después que la fiesta había terminado, llamaron a Marcelo fuera. Le preguntaron del porqué de su acción. Con valentía respondió “… Hice respuesta abierta y en voz alta que era cristiano y que no podía servir bajo a otro, sino sólo bajo la obediencia de Jesucristo, el Hijo de Dios y Padre Todopoderoso.” Fortunato dijo que no podía pasar por alto este comportamiento insubordinado. Se presentaría un informe al respecto a las autoridades superiores. Así era cómo Marcelo se encontraba en Tánger,  Marruecos, el 30 de octubre, de pie ante el juez Aurelius Agricolan. El juez escuchó la evidencia y preguntó “¿Qué locura te poseyó para desechar los signos de su lealtad, y para hablar como lo hizo?” Marcelo respondió: “No hay locura en los que temen al Señor.” Después de discusiones y amenazas, Agricolan dictó la sentencia: “Marcelo, quien tenía el rango de centurión de primera clase, después de haber admitido su lealtad a Cristo y por confesar que solamente adoraba a su Salvador y no al Emperador, por esta declaración y otras expresiones dementes, es un placer que Marcelo será condenado a muerte por la espada”. Según una antigua tradición, basada en un apéndice adjunto a documentos de la corte, el hombre que tomaba el dictado fue el taquígrafo, Casiano. El veredicto parecía tan injusto que él arrojó su pluma como un signo de exclamación y se negó a escribir una palabra más. Agricolan ordenó que fuera echado a la cárcel también. En el día, 3 de diciembre de 298, Marcelo seguido por Casiano fue entregado a la muerte, decapitados los dos por su posición audaz. El autor de la carta a los Hebreos reconoció que había muchos más que los nombrados en el capítulo 11 que por su fe pagaron con su vida por su lealtad al Dios vivo. Eran de los tiempos del Antiguo Testamento. En el Nuevo, tenemos a Esteban, Jacobo, Pedro y Pablo y Antipas (Apocalipsis 2:13) “No temas en nada lo que vas a padecerSé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2:10. “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” Cap.3:11.  –Dan Graves,/daj Trans. Bibliografía: Cuatro autorizadas.

 

Lectura Diaria:
2 Crónicas 36 [leer]
/Daniel 3 [leer]
/2 Juan [leer]