“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” Mateo 5:9

Jesús ha estado enseñando en el discurso llamado el “Sermón de la Montaña” en Mateo 5 verdades universales de parte de Dios. Desde el verso 3 hasta el 12 tenemos una suma de lo que significa ser un salvado, un creyente, un justo, lo que significa conocer a Dios, lo que significa pertenecer al reino de Dios. Todos estos distintivos están condensados en sentencias simples, cortas y profundas que comienzan con la palabra “bienaventurados”. Llegamos hoy al verso 9 y el Señor nos habla de paz. Este tema es una idea constante en la Biblia, pues la historia humana comienza con paz en la creación y en el hombre, pero esta paz es interrumpida con la desobediencia del hombre. Sin embargo, la historia del hombre finaliza con paz recuperada en el corazón, traída a la tierra por el Hijo de Dios desde el pesebre (Lucas 2:14), lograda en la cruz (Colosenses 1:20) y que será establecida finalmente en el reino de Dios. Desde la perspectiva humana la paz es imposible en el mundo actual porque el hombre está en guerra con Dios y consigo mismo. Los pacificadores humanos son inefectivos. Nunca ha habido paz verdadera en el mundo y por lo tanto necesitamos otra aproximación. Tenemos más bien que mirar más alto y considerar esta virtud a la luz de quien mejor la expresa, el Dios de paz. Veamos algunos versículos:

 

“Porque Dios no es autor de confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:33)

“Y el Dios de paz sea con todos vosotros” (Romanos 15:33)

“Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros” (2 Corintios 13:11)

“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Filipenses 4:9)

“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad” (Hebreos 13:20)

La razón del porqué no hay paz en el mundo es porque no tenemos paz en nuestros corazones y en consecuencia el mundo refleja lo que hay en el corazón el hombre, que es desesperadamente malo y engañoso. Un corazón sin Dios no tiene paz ni la procura con sus semejantes (Jeremías 17:9, Isaías 57:21). El mundo es un mundo de conflictos y en conflicto, se necesitan pacificadores, pero éstos no pueden venir de este mundo porque el mundo está lleno de corazones que no tienen paz.  No obstante, Dios ofrece pacificadores, y dice que son llamados o reconocidos como hijos de Dios. El pacificador verdadero busca la paz entre los seres humanos, y entre el ser humano y Dios. Luego, los hijos de Dios son los verdaderos pacificadores.

En realidad, el referente perfecto, el único y verdadero pacificador es Dios. Ningún hombre puede lograr la paz con Dios ni tampoco puede hacerlo por él un ángel, espíritu u otro intermediario. En ese sentido Cristo es el único y verdadero pacificador: “Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Sólo después de recibir a Cristo un hombre puede llegar a identificarse y a ser identificado con Dios al obrar de la manera en que Dios obró primero con él. La paz de Dios va mucho más allá de un concepto limitado de ausencia de conflicto, crisis o guerra. La paz de Dios es la presencia activa y expansiva del bien, de la quietud y solaz de parte de Dios. Esta paz sólo es posible cuando el pecado ha sido expuesto, ha sido confrontado en la vida personal de cada individuo y ha sido perdonado al confiar en Cristo como salvador personal, único y suficiente. Los pacificadores son los creyentes salvados y son bienaventurados, es decir, gozan de felicidad y bendición. Por eso pueden buscar poner paz donde no la hay, porque son hijos de Dios ¿Tiene paz con Dios el lector?, entonces puede estar en paz con los demás y ser un pacificador. rc

Lectura Diaria:
Génesis 2:4-25 [leer]
/Job 2:11-3:26 [leer]
/Mateo 2:1-23 [leer]