“No me deseches en el tiempo de la vejez” Salmo 71:9
Quienes llevamos algunos años asistiendo a una congregación tenemos en nuestra memoria el recuerdo y la imagen de muchos hermanos y hermanas. Algunos de ellos fueron predicadores o maestros y maestras de escuela dominical, otros no. Algunos ya no están pues han partido a la presencia del Señor y otros aún asisten, pese a sus enfermedades y edad. Son hermanos y hermanas que cuando hablan lo hacen de lo que saben y no de lo que leyeron. Tal vez leyeron hace años, pero ahora esas lecciones aprendidas son sólidas y ya forman parte de su propia experiencia. Su sabiduría se ha incrementado y el discernimiento espiritual no les ha abandonado, aunque la memoria y agilidad mental tal vez no es la misma de antes.
Dice el texto del salmista:
“El justo florecerá como la palmera;
Crecerá como cedro en el Líbano.
Plantados en la casa de Jehová,
En los atrios de nuestro Dios florecerán.
Aun en la vejez fructificarán;
Estarán vigorosos y verdes,
Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto,
Y que en él no hay injusticia” — Salmo 92:12-15
Ellos han florecido con robustez, como árboles plantados en comunión con su Dios. Siempre tendrán algo que entregar y ofrecer a la congregación, su energía espiritual no decae. Una palabra aquí, una exhortación allá. Fructíferos, son de bendición para los demás. Como dice el salmo, anuncian la fidelidad del Señor, su justicia y su rectitud. Su fidelidad a las reuniones es otra marca distintiva. No son hermanos amargos ni dedicados a criticar o a quejarse. Habitualmente más frágiles o débiles de salud, se siente su ausencia cuando faltan a las reuniones y se les extraña en la congregación.
Sus canas debieran inspirarnos respeto y reconocimiento. Al fiel siervo de Dios Timoteo, Pablo exhorta de la siguiente manera: “No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre” (1 Timoteo 5:1). Puede ser fácil encontrar errores en los ancianos. Pese a ello, los más jóvenes debieran tener cuidado de no criticarles o enrostrarles sus faltas. No corresponde y tampoco agrada a Dios. Antes, debemos agradecer al Señor por tenerles, orar por ellos y honrarles por su ejemplo y liderazgo espiritual. Que el Señor permita que apreciemos a nuestros ancianos y les demos la honra como se merecen. Demos a Dios gracias por ellos cada día. rc
(Continúa)
Lectura Diaria: | ||
Levitico 22:1-33 [leer]
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/Salmos 128:1-131:3 [leer]
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/Marcos 8:11-26 [leer]
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