Con todas las desigualdades en la sociedad de hoy, es fácil compararse con otros y sentirse desplazado, postergado o desfavorecido. Miremos lo que un poeta de la antiguedad escribió.
“En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos” Salmo 73:2-3
El ser humano cree en el adagio que “todos somos iguales”, pero algunos añaden agudamente que “algunos son más iguales que otros” y buscan un trato preferencial para sí mismos. Basta observar en el supermercado como ciertas personas arrogantes buscan ser primeras en la fila y no les importa que haya otras que estaban antes y ahora tengan que esperar mientras la “intrusa” logra ser atendida. Asaf escribió un Salmo en que hizo una confesión escueta de su debilidad. Comenzó reconociendo la bondad de Dios para con su pueblo; “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón.” Salmo 73:1.. En verdad, Dios es bueno para con todos. A renglón seguido, Asaf confesó su problema personal: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos.” vv.2-3. Toda persona honrada que lee las palabras de Asaf, reconoce que en más de una ocasión ha sentido lo mismo. Asaf ha expresado el mismo pensamiento que ha invadido nuestro corazón. Y el pecado de la envidia, o de la codicia se apodera de nosotros y casi caemos en el mal de hacer o decir algo inconveniente al respecto. En verdad, quien lo diga, está criticando a Dios.
A veces nos aislamos de los demás y pensamos que Dios ha sido bueno para con todos, excepto conmigo. Cuando permitimos que una comparación con otros nos nuble la vista, atribuimos a Dios el acto injusto del olvido. Es cometer una ofensa grande para con Dios, quien está lleno de gracia y de misericordia. Pensar que todos los demás sean los favorecidos y uno mismo haya quedado fuera del círculo de su bendición es caer una vez más en la trampa tendida por el diablo. Fue precisamente esta idea la que llevó a Eva a comer del fruto prohibido. Satanás le convenció que Dios guardaba el fruto para sí y dejaba a ella fuera de sus bondades. Ya sabemos los resultados fatídicos de seguir el engaño del diablo. En su día, Eva comenzó a deslizarse y al fin cayó, y juntamente con Adán hundieron a la raza humana en el pecado.
Si Dios permite que algunos prosperen, mientras a otros les hagan falta ciertos artículos que consideran esenciales para vivir, posiblemente Él esté probando la fe del individuo. Quizás sea que quiere tenernos ante el trono de su gracia reconociendo las múltiples bendiciones ya recibidas y una expresión de dependencia de Él en cuanto al futuro. Asaf comenzó diciendo: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel,” y luego dijo: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; … Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos.” Salmo 73:1-3. Pero al final del Salmo, cambió. “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza,” Salmo 73:28. Aprendamos de Asaf.
–daj
Lectura Diaria: | ||
Josué 8 [leer]
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/Isaías 5 [leer]
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/Lucas 22:54-23:12 [leer]
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