Una de las condiciones más tristes que pueden afectar a un ser humano es la pérdida de su facultades mentales. En la Biblia leemos de varios casos, pero uno es muy impactante.

“Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo” Lucas 8:35

 

La demencia constituye un drama de enorme angustia, tanto para el afectado como para su familia. No necesariamente era demencia, pero sí la palabra del Señor nos relata de tres personas en una situación de facultades mentales perturbadas: El hijo menor de una familia (Lucas 15:11-24), que decidió vivir en una provincia apartada prodigando los bienes que había pedido a su padre. En ese lugar vivió perdidamente hasta el extremo de desperdiciar todo lo recibido. Su precariedad llegó a tal extremo que ni siquiera le daban para comer la comida de los cerdos. “Volviendo en sí”, tomó la acertada decisión de volver arrepentido a la casa de su padre y confesar su pecado. Su padre, quien le amaba y esperaba, se regocijó recibiéndole como un hijo muerto que había revivido.

 

Nabucodonosor (Daniel 4:29-37) creía tener razones de sobra para sentirse orgulloso. Su reino era magnífico y su reinado muy bendecido. El Señor, a través del profeta Daniel, intentaba hablar a su corazón. Sin embargo, Nabucodonosor en su rebeldía prefería oírse a sí mismo. En eso estaba cuando el Señor le quitó su razón. Siete tiempos pasaron hasta que “alzó sus ojos al cielo” y bendijo al Altísimo. Su razón le fue devuelta. Recién entonces comprendió que el Señor puede humillar a los que andan con soberbia.

 

En Gadara ( Lucas 8:26-39), había un hombre que moraba en los sepulcros, no vestía ropa, no podía ser atado y se hería a sí mismo con piedras. La razón de su trastorno era que muchos demonios le dominaban. Fue un maravilloso día cuando el Señor Jesucristo le encontró. Nuestro Salvador dio la orden y el gadareno fue libre. Todos estaban tan sorprendidos al verlo vestido y sentado a los pies de Jesús, “y en su cabal juicio”. ¡Qué paz inundaba su corazón¡ El Señor le despidió y le dijo: “vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo” v.39. El pecado ha apartado al hombre de Dios. En su soberbia, el ser humano no toma en cuenta a Dios. La consecuencia es una mente reprobada y entenebrecida para hacer cosas que no convienen. La tristeza, corrupción, y violencia del mundo en que vivimos nos demuestra que la Palabra del Señor no yerra al señalar la condición del hombre. En su amor, Dios envió a su hijo amado a buscar y a salvar lo que se había perdido. El es la luz del mundo. El que le sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8:12).

–sf

Lectura Diaria:
1 Samuel 13:1-23 [leer]
/Isaías 52:1-12 [leer]
/2 Corintios 12:14-13:14[leer]