“Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” —  Apocalipsis 14:13

Estimados lectores:

Hoy recordamos la partida de un hombre de Dios. Hace un año pasó a la presencia del Señor nuestro amado hermano don David Jones. Sirvió al Señor y desde San Felipe a todas las asambleas de Chile y también del extranjero.

Su labor desde el púlpito, desde su programa radial y los últimos años además a través de internet tenían su contraparte en el trabajo personal y pastoral. Siempre con energía y una sonrisa en su rostro, no vaciló nunca en presentar la verdad bíblica en todo lugar y frente a toda circunstancia. Compasivo y cariñoso, solía hacerse amigo de niños y jóvenes a quienes encantaba con su alegría y chispa. Siempre alegre, toda historia le parecía “muy interesante”, aunque para otros fuera una situación común.

Hombre de oración, desde sus inicios en la evangelización en Canadá y luego en Chile, demostró lo que significaba ser un siervo del Señor con un compromiso de por vida. Un sanfelipeño una vez le dijo a su médico: “¿Quiere conocer un cristiano de verdad? Ahí tiene a David Jones”. Una vez cuando éramos niños, en días de conferencias, corriendo por el local evangélico de la calle Tres Oriente en Talca con otros niños, me dijeron en broma que un amiguito se había escondido en una pieza cuya puerta estaba cerrada. Abrí la puerta y entré intempestivamente, para encontrarme con un hombre arrodillado en oración preparándose para su mensaje de la tarde. Era don David, que mientras otros almorzaban y saludaban se hallaba en comunión con el Padre Celestial. Con razón se agradeció su sabiduría espiritual en muchos lugares y circunstancias, tanto a nivel personal como con relación a las iglesias locales. Amó este país al cual adoptó como su segunda patria. Cuando se le tocaba el tema, solía decir que deseaba terminar sus días en tierra chilena, sirviendo al Señor, mas no pudo cumplir este deseo último: “a mí que me entierren en cualquier parte de este país”, me dijo una vez.

Ya enfermo, su actitud y disposición en el hospital, tanto en Chile como en sus últimas semanas en Canadá, marcaron fuertemente a todos quienes tuvieron que ver con su atención. Hasta el final vivió su fe cristiana como fiel siervo de Dios, impactando a sus médicos y enfermeras con su testimonio pese a su progresiva enfermedad y los dolores que esta le provocaba. Nunca se quejó aunque lo pasó muy mal a veces. Uno de esos días más complicados me dijo: “he pasado por el valle de sombra de muerte”, mas sintió lo que David sintió cuando escribió “Tú estarás conmigo” (Salmo 23:4).

Fue precedido en su partida al cielo por su esposa la Sra. Evelyn, pocos años antes. Luego contrajo matrimonio con la Sra. Margaret, quien le acompañó y cuidó con esmero durante sus últimos años y en su enfermedad. Le sobrevive ella y sus hijos Kathy, Barbara, Dawna-Lynn y David. Les saludamos en este día de recordación. —rc

Lectura Diaria:
2 Samuel 1 [leer]
/Miqueas 3:1-4:8 [leer]
/Romanos 9:30-10:21 [leer]