Abigail actuó con gran sabiduría sin vislumbrar como Dios cambiaría su vida. Logró convencer a David a perdonar y dejó todo lo demás en las manos de Dios quien actuó en forma inesperada.

“Sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”. Romanos 14:19.

Se nota la gran sabiduría de Abigail para desviar a David y a sus 400 hombres de atacar a su marido Nabal, a quien reconoce como cruel y duro. David mismo también reconoció la sabiduría de las palabras de Abigail y dio gracias a Dios por haberle enviado a su encuentro, “y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases” 1Samuel 25:32. Se separaron y cada uno volvió a su lugar. David regresó a su escondite en el desierto, llevando consigo los víveres que había traído Abigail. Ella, en cambio, regresó a la casa con sus canastos desocupados y los asnos descargados. En casa, Abigail encontró mucho desorden a causa del gran festín de su marido. El hombre estaba tan ebrio que no le dijo nada hasta el día siguiente. Cuando él recobró la sobriedad, su esposa le contó lo ocurrido y él sufrió un ataque repentino que le dejó paralizado. Diez días después, Nabal murió. (1 Samuel 25:37-38) Con su muerte, un capítulo nuevo y maravilloso empezó en la vida de Abigail. Ella había actuado sin saber que la liberación de su vida penosa estaba cerca.

¿Qué es lo que hubiera dado a Abigail la capacidad para actuar y tener tanta fe en Dios? Creemos que Dios permite el sufrimiento en nuestras vidas para que crezcamos en fe. Por tanto, es evidente que el Señor tomó especial interés en esta mujer, y consiguió un resultado notable. Ella era una mujer que aceptó su situación con coraje y procedió frente a las dificultades de manera creativa. Aprendió usar  sabiduría la cual le sirvió para aconsejar aún a “un varón conforme al corazón” de Jehová. (1º Samuel 13:14). De alguna manera, Abigail aprendió a no vengarse y a la vez no vivir amargada ni llena de furor. Si no hubiera sido tan sabia, habría actuado de otra manera frente a la decisión de David de vengarse. Quizás habría visto en lo que pensaba hacer David la oportunidad de ser librada de una vida insoportable. Quizás hubiera pedido que perdonara a los otros, los que eran inocentes, y que tratara sólo con él necio Nabal pues él había cometido la ofensa. Al contrario, pidió por la vida de Nabal. Reconoció su carácter malvado, y no excusaba su mal comportamiento. Bien sabía que él merecía el castigo. Pero ella sabía que cuando nosotros nos vengamos, castigamos con los medios que están a nuestro alcance. En cambio, el castigo que Dios es ajustado exactamente a la ofensa, y produce el resultado que El desea. Sólo Dios puede ver desde el principio cual será el fin. Sólo Él puede decidir si hay alguna posibilidad de arrepentimiento, o si no la hay, como se debe proceder contra el mal.

El texto de cabecera fue escrito alrededor de mil años después de la hazaña de Abigail, pero ella aplicaba el principio a su vida y logró evitar un desastre. Supo ella dejar a Dios la decisión de cómo tratar el problema de su esposo. El deseo en nuestro corazón a veces es tan fuerte que estamos más proclives a discutir, argumentar o pelear. Nadie quiere perder. Los que vivían en Corinto tenían este problema y Pablo aclaró, “así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?” 1 Corintios 6:7. El ejemplo del Señor Jesús se yergue ante nuestra vista cuando se mantuvo en silencio frente a Pilato a quien dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” Juan 18:36. Los que son del cielo actúan de manera diferente en sus tratos con sus semejantes. Dios nos ayude a hacerlo. (Continuará) MER/Ed.daj

Lectura Diaria:
1 Reyes 15:1-32 [leer]
/Jeremías 26 [leer]
/Colosenses 3:5-4:1 [leer]