Abigail fue una mujer muy especial. El Señor cuidó de ella después que logró que David no matara a su esposo Nabal. No sospechaba cuando intervino ante David que su vida amarga iba a ser muy cambiada para disfrutar una vida bendita y útil.

“El fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. Santiago 3:18.

Abigail nos enseña a enfrentar un problema de manera honrada y franca. No trató de ignorar la ofensa de su marido, o excusarla. Abigail no dijo, “está enfermo Nabal. Es alcohólico. Ten paciencia con él”. Al contrario, informado por los siervos como Nabal había reaccionado frente a la petición de David, reconoció que se había portado mal, había pecado. Cuando supo las noticias que David venía con 400 hombres para arreglar cuentas con su marido, supo que podría tener consecuencias desastrosas y causar daño a otros. En seguida, se encargó de buscar una salida pacífica. Rápidamente juntó panes, vino, y cinco ovejas guisadas, más grano tostado, pasas e higos secos. “Lo cargó todo en asnos. Y dijo a sus criados: Id delante de mí, y yo os seguiré luego; y nada declaró a su marido Nabal” 1 Samuel 24:19. Su misión fue la de evitar una pelea de proporciones que habría dejado muertos pues David y sus hombres iban armados. Abigail “descendió por una parte secreta del monte; y he aquí David y sus hombres venían frente a ella, y ella les salió al encuentro” v.20.

La confesión que Abigail hizo, postrada a los pies de David, llama la atención por su humildad y deseo de proteger a su marido, echando la culpa de su pecado sobre sí. Dijo: “señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva” 1 Samuel 25:24. Abigail se echa sobre sí la culpa en lugar de Nabal. Confiaba en que Dios había de hacer lo correcto en el momento preciso. La respuesta no se hizo esperar,  pues dijo David a Abigail: “bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano” vv.32-33. David hizo saber a Abigail que su intención era quitarle la vida a Nabal, v.34. David recibió de ella lo que había traído y sus palabras de despido están llenas de misericordia y amor, “Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto” v.35. Con esto, Abigail quedaba libre. Estaba libre de rencores, capaz de servir a Dios y de aconsejar a otros con la sabiduría y el conocimiento que había aprendido del Señor.

Las experiencias de la vida podría haberle vuelto una mujer amargada, derrotada. Pero ocurrió todo lo contrario. Ella llegó a ser una mujer sabia y cariñosa, una mujer a quien Dios podía utilizar en su servicio cuando llegara la hora. No sólo en esta ocasión cuando evitó que David cometiera un acto malpensado, sino al poco tiempo, Dios tenía otro servicio para ella, y esta vez como la esposa de David. Le acompañó durante los años restantes, años de persecución y rechazo. Ella estaba entre los que fueron llevados cautivos cuando la ciudad de Siclag fuera saqueada y quemada. Su hijo, Chileab es nombrado como el segundo de los hijos nacidos a David durante los siete años de su reinado en la ciudad de Hebrón. Que este hijo no fuera nombrado entre los que más tarde causaron problemas a David, podría ser indicio de los consejos sabios que Abigail continuaba dando. Jesús habló bien de los pacificadores, una labor que es difícil, pero resulta en que “el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús” Romanos 15:5. ¡Esta es la manera de conseguir la bendición del Señor! (Conclusión) MER/Ed.daj

Lectura Diaria:
1 Reyes 15:33-16:34 [leer]
/Jeremías 27-28 [leer]
/Colosenses 4:2-8 [leer]