Israel cayó en lo que caen todos los seres humanos en su condición natural. El creerse mejores que lo que son, el creer que son capaces de obedecer a Dios en forma natural, el creer que por sí mismos pueden  agradar a Dios.

“Y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho” Éxodo 24:3

Este pueblo tenía demasiada confianza en sí mismo. No se dieron cuenta que eran incapaces de obedecer al Señor. Si consideramos Deuteronomio 5:27-29 vemos que Dios lo dice claramente al señalar que tienen un problema del corazón. La clase de corazón que ellos tenían no coincidía con sus palabras. Tenían un corazón pecador y rebelde, un corazón proclive a la desobediencia. Así, antes de darles su ley Dios le hace una prueba.

En Éxodo 16 les da unas indicaciones muy simples concernientes a cómo habían de recoger el maná: “Ninguno deje nada de ello para mañana”, y “Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo; en él no se hallará” (Éxodo 16:19, 26). ¿Qué hicieron?: “Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crio gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés” y “aconteció que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a recoger, y no hallaron” (Éxodo 16:20, 27). Simples mandamientos, fáciles de entender y de cumplir, pero ellos no fueron capaces de obedecerlos.

En el capítulo 20 Dios les entrega parte de la ley, demandándoles obediencia total. Mas Dios sabía que ningún hombre excepto Jesucristo obedecería las leyes en forma perfecta. Dios sabía que hasta el mejor de los hombres fracasaría, desobedecería y pecaría. Por lo tanto, introduce también los sacrificios por el pecado (ver Levítico capítulos 1-5). Los  hijos  de  Israel  eran  responsables  de  seguir las  instrucciones  de  Dios  cuidadosamente  y  llevar   el  animal   adecuado  para  el sacrificio  adecuado.  Este diseño nos muestra desde el principio que el hombre no iba a ser capaz de ser salvo por cumplir la ley, pues ya está provisto el medio para cuando hay fracaso. Dios supo y comunicó desde el principio de su pacto con Israel que ellos no iban a poder, sin embargo en su autosuficiencia no fueron capaces de reconocer a poco andar que no eran capaces de satisfacer las demandas de Dios.

Lo mismo es válido para el ser humano en la actualidad. Debe arrepentirse delante de Dios y poner su fe en el Salvador, el Señor Jesucristo (Hechos 20:21). Dice la Biblia: “Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). También al cristiano, cuando peca, Dios le ha dicho exactamente lo que debe hacer. No necesitamos el sacrificio de un animal en el altar, porque Cristo ya ha muerto y Él es el sacrificio perfecto (Hebreos 9:11-14). Debemos confesar nuestros pecados y “y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

No seamos incrédulos como el Israel del tiempo antiguo. Creamos en Dios y creamos a Dios sin confiar en nosotros mismos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). –rc

Lectura Diaria:
Deuteronomio 3 [leer]
/Eclesiastés 3:16-4:16 [leer]
/Lucas 7:1-29 [leer]