“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios” Hebreos 13:7

La construcción de la frase invita a acordarse de aquellos que ya no están en medio de nosotros, han partido. El texto llama a dar debida memoria a quienes nos enseñaron la palabra con fidelidad y devoción. Obtuvieron “la palabra” leyéndola, estudiándola, orando y entregando de lo que el Señor les entregó a ellos primero.

No quiere decir que nos acordemos solamente de los que hablaron cosas que a nosotros nos parecieron bien, o que nos agradaban. Tampoco los que hablaron algo que pareció validar nuestro punto de vista u opinión. Quienes hablaron verdaderamente la palabra de Dios nos trajeron lo que nos animó y lo que nos reprendió. Lo que nos mostró que estábamos mal, como lo que hicimos bien. Así es lo que Dios habla con su pueblo, finalmente, pues no fueron las palabras de ellos sino la palabra de Dios. La escritura dice con claridad que “las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor” (Eclesiastés 12:11).

¿Qué estilo de vida promovían? Sin duda un estilo humilde y alejado del espectáculo, bondadosos, cariñosos, leales, mas firmes y rectos. ¿Cuál fue el resultado de su conducta? La mayoría de las veces es posible reconocer fácilmente su legado, a saber iglesias sólidas en doctrina, guardadoras de los principios y las formas del nuevo testamento. No es por casualidad que Pablo exhorta a Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste” (2 Timoteo 1:13). Es que nunca los avivamientos o bendiciones vienen de renegar de lo que nos hablaron los grandes hombre de Dios. No existe el “corregir”, “adaptar” o “modernizar” lo que los hombres de Dios enseñaron, si fueron las palabras de Dios. Es interesante que inmediatamente después de decir “considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” (v. 7) el verso a continuación señala que no hay lugar para enmiendas, pues “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Quienes hablaron la palabra de Dios ayer, hablaron del mismo Jesucristo que fue, que es real y actual hoy, y que lo será por siempre.

Una iglesia local enseñada y cuidada por pastor que habló la palabra de Dios bien puede desaparecer en poco tiempo, y de varias maneras. Puede venir el Señor mismo y quitarla físicamente de su lugar (Apocalipsis 2:5), pero otra forma –dramática– de desaparecer es hacerse irrelevante para los propósitos de Dios, irrelevante… Así, un edificio podría estar lleno de personas cantando y “alabando” pero con el Señor Jesucristo afuera, tocando la puerta y llamando individualmente a tener comunión con él, pues la llamada iglesia ya le puso aparte con su actitud, como es exactamente el sentido del pasaje de Apocalipsis 3:20. Acordémonos de aquellos pastores que nos hablaron la palabra de Dios, consideremos el resultado de su conducta e imitemos su fe… para nuestro bien y el de los hermanos, para la gloria del nuestro Dios. rc

Lectura Diaria:
1 Reyes 2 [leer]
/Jeremías 10 [leer]
/Efesios 4:1-16 [leer]