En el evangelio de Juan capítulo 3, se relata la historia de Nicodemo, un hombre muy educado y conocedor del Antiguo Testamento. Jesús le reconoció como “maestro en Israel”. En el capítulo que sigue, el 4, se relata otra historia, pero de una mujer. Desconocemos su nombre y su clase de vida distaba mucho de la vida de Nicodemo. Aunque hubo diferencias entre los dos, en un punto los dos fueron iguales. Conocieron a Jesús y creyeron en Él.

 

La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” Juan 4:11 “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad…” Juan 4:28

 

En respuesta a la oferta que el Señor Jesús le hizo de darle agua viva, la mujer de Samaria se fijó en dos detalles. Se fijó en que el Señor no tenía un balde con que sacar el agua, y el pozo era hondo. Por tanto, si él está ofreciendo darle agua, seguramente no sería de este pozo desde donde Él sacaría agua. La pregunta es lógica; “¿De dónde, pues, tiene el agua viva?”

 

El evangelio revela el secreto buscado por la mujer con su pregunta. El evangelio revela al pecador que el agua viva, símbolo del Espíritu Santo, es de origen divino. El Salvador que conversaba con la mujer era Alguien que podría darle de esta agua. En la conversación con la mujer, el Señor Jesús le llevó paso a paso para que ella reconociera su gran necesidad, debido al pecado en su vida. También iba a reconocer que el “extraño” con que conversaba era el Mesías largamente esperado, y la fuente de toda bendición a través del agua viva.

La mujer reveló que anticipaba la llegada del Mesías, pues dijo: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.” Juan 4:25. En seguida supo por cierto la gran verdad; “Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” v.26. ¡Se produjo en ella un cambio! En forma inmediata “dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” vv.28.29. El cántaro de greda no era capaz de recibir el agua viva. Su corazón se llenó de alegría al creer en el Mesías. Se apuró para ir a la ciudad a fin de que otros supieran de su gran hallazgo. Hermanos ¿Acaso otros saben de lo que nosotros tenemos en Cristo? –daj

 

Lectura Diaria:
1 Reyes 3 [leer]
/Jeremías 11 [leer]
/Efesios 4:17-32 [leer]