El evangelio revela el secreto buscado por todo ser humano, es la respuesta al profundo anhelo del corazón del hombre. Veamos lo que Jesús respondió a una mujer.

“La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” Juan 4:11

 

En respuesta a la oferta del Señor Jesús para dar agua viva, la mujer se fijó en dos detalles que le hicieron llegar a una conclusión para hacer una pregunta. Se fijó en que el Señor no tenía un balde con que sacar el agua, y el pozo era hondo. Por tanto, no sería de allí que Él sacaría agua. La pregunta es lógica; “¿De dónde, pues, tiene el agua viva?”

El evangelio revela al pecador que el agua viva, símbolo del Espíritu Santo, es de origen divino. El Salvador que conversaba con la mujer era la misma fuente de esta agua. El Señor Jesús le iba a llevar paso a paso para reconocer su necesidad, su pecado, y reconocer que el “extraño” con que conversaba era el Mesías largamente esperado, fuente de toda bendición a través del agua viva.

Y cuando lo supo, ¡Un cambio se produjo en ella! “Dejó su cántaro.” El cántaro de greda no era necesario ni capaz de recibir el agua viva, pero su corazón se llenó al creer en el Mesías. Se apuró para ir a la ciudad a fin de que otros supieran de su gran hallazgo. Hermanos ¿Acaso otros saben de lo que nosotros tenemos en Cristo? —daj

 

Lectura Diaria:
2 Reyes 20-21:18 [leer]
/Lamentaciones 1 [leer]
/1 Timoteo 4 [leer]