Es común saber de personas que no han respetado los compromisos hechos en lo personal, en el mundo laboral, matrimonial, filial, u otras relaciones. Cuando nos convertimos a Cristo, nos comprometimos a servirle y serle fiel. Pablo es un buen ejemplo.

 

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo” Filipenses 3:8.

 

La carta que Pablo escribió a los hermanos en Filipos fue para agradecerles por su preocupación para con él. De hecho, le habían enviado un donativo de dinero para ayudarle a solventar sus gastos mientras servía al Señor. Pablo se sentía muy contento por el desarrollo espiritual en la vida de ellos. Quiso que se mantuvieran fieles en este estado y les exhortó a “gozaos en el Señor” Filipenses 3:1. El Señor dijo que edificaría su iglesia y prometió que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” Mateo 16:18.  No dijo que la iglesia sería inmune de los ataques diabólicos, sino que Satanás no saldría vencedor. Pablo advirtió a los filipenses tres veces que se guardaran de los enemigos llamándoles “perros,… malos obreros,… y mutiladores del cuerpo” v.2. El diablo es un enemigo de la iglesia y usa a personas con doctrinas erróneas y por medio de ellas desbaratar los esfuerzos sinceros de los creyentes en mantener un buen testimonio.

 

Pablo, también conocido como Saulo de Tarso, había sido un religioso destacado antes de convertirse. Desde su juventud practicó la religión popular y su extremismo le llevó a ser “perseguidor de la iglesia” v.6. Vivía su vida religiosa tan apegada a la ley de Moisés que pudo reclamar “en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible” v.6. Un día Jesús le encontró en las afueras de Damasco y la voz del Salvador le hizo ver cuán equivocado estaba. Saulo creyó en Cristo como Señor y Salvador y más tarde él mismo dijo: “oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial” Hechos 26:19. La experiencia aquel día en el camino a Damasco dejó su huella en Pablo y reconoció que “cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” v.7. Reconoció el valor de la obra de Cristo cuál muerto y resucitado. Pablo aprendió que los puntos religiosos considerados importantes para su vida no tuvieron valor y los abandonó. Comenzó a avalorar las cosas desde el punto de vista divino. En su reemplazo hubo amor por Cristo.

 

Aproximadamente veinte años habían transcurrido desde el día de su conversión cuando Pablo escribía a los filipenses y les dijo: “ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” v.8. A pesar de algunos sufrimientos, malos entendidos, y odio para con su persona por los de su propia nacionalidad, no hubo cambio en Pablo en cuanto a sus convicciones. “Aun estimo”, dijo. Son valiosos en el testimonio cristiano los creyentes que se mantienen firmes y fieles sin flaquear en cuanto a su fe. El Señor Jesucristo lamentaba una condición que vio en la iglesia de Éfeso cuando se dirigió a ella en el capítulo 2 del Apocalipsis; “tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” v.4. Pidió a los hermanos de la iglesia que reconocieran su atraso a fin de recuperarse. “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras” Apocalipsis 2:5. ¿Nos identificamos con Pablo o con la iglesia en Éfeso? ¿Aun estimamos el conocimiento de Cristo en su excelencia como el norte fijo de nuestra vida? O, ¿nos hemos dejado de amarle como una vez hicimos cuando nos convertimos? –daj

 

Lectura Diaria:
2 Reyes 1 [leer]
/Jeremías 34 [leer]
/Hebreos 5:11-6:20 [leer]