El amor verdadero tiene un efecto tranquilizador, suavizante, y levanta el ánimo. Saber que uno es amado imparte un sentir de bienestar. Dios es misericordioso a la vez que ama de verdad.

“Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.” Isaías 54:10.

Hay días cuando el mundo parece girar al revés. Da la impresión que damos dos pasos adelante y retrocedemos tres. El corazón clama buscando una palabra de consuelo, una palabra de aliento. ¿Cómo vamos a seguir adelante? Es precisamente en medio de estas circunstancias cuando la Palabra de Dios suministra el “silbo suave” que tranquiliza.

El texto de cabecera usa la naturaleza física y visible como un punto de contraste. La existencia de los montes y los collados sugieren moles inmóviles para los seres humanos. Sin embargo, un día va a haber trastornos en la naturaleza, y entonces, ¿qué de nosotros? “No se apartará de ti mi misericordia”, dice Jehová. Ahí está la preciosa promesa de amor que llena el alma de la paz de Dios.

El amor que Dios tiene para con sus hijos es eterno. El amor de Dios nunca falta. El primer uso de la palabra “misericordia” en el texto significa mostrar bondad, fidelidad, benignidad. La misma palabra es usada 240 veces en el Antiguo Testamento. Se ve en el padre que se preocupa de su familia, constante y diariamente proveyendo para ella. El segundo uso de la palabra “misericordia” es diferente. Tiene sus raíces en la idea de “suavizar, cuidar con cariño, tener afecto compasivo”. Se ve en la madre que cría, que sabe mostrar cariño a sus hijos. Así es el amor misericordioso de nuestro Padre celestial, y nada le hará quebrantar su “pacto de paz” con nosotros. –daj

Lectura Diaria:
2 Reyes 3 [leer]
/Jeremías 36 [leer]
/Hebreos 8 [leer]