Perdonar a otro resulta difícil para muchos, especialmente cuando la falta ha sido muy grave y como en el caso que se relata hoy, tenía que ver con la muerte de una hermana sanguínea. Lea de Corrie ten Boom.
“Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:32.
Una verdadera heroína cristiana del siglo 20 fue Corrie ten Boom, nacida en Holanda. Su fama merecida se debe a la ayuda que dio a muchos judíos quienes tuvieron que escapar de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial para evitar la muerte. Escribió su autobiografía intitulada El Refugio Secreto. Nacida en 1892, tenía alrededor de cincuenta años cuando hizo sus proezas. En diciembre de 1967, Corrie ten Boom fue galardonada por su valentía por el Estado de Israel. Murió en 1983 habiendo dejado varios escritos relatando sus experiencias, no solamente del período de la guerra, sino después.
Corrie ten Boom cuenta que algunos años después de la guerra, estuvo en una reunión de una iglesia en Múnich, Alemania. Entre los asistentes vio a un hombre calvo con abrigo gris y un sombrero color café en sus manos. Luego dijo: “de repente mi memoria me hizo recordar a un hombre con uniforme color azul, y un gorro con la insignia de una calavera y huesos cruzados. Mi mente me pasaba la película del pasado cuando estuve en el campamento de concentración Ravensbruck. Hubo luces fuertes y una pila de prendas femeninas y zapatos en el piso en el centro. También me acordé de la vergüenza que sentía caminando desnuda frente a él y también del cuerpo raquítico de mi hermana Betsi que iba delante de mí. Y ahora el mismo hombre estaba frente a mí. Pensé, ahora, ¿qué voy a hacer yo en vista de lo que yo acabo de decir a otros sobre el perdonar?”
El hombre se acercó a Corrie con su mano ofrecida para saludarla. “Yo era una guardia en Ravensbruck, y ahora soy cristiano. Dios me ha perdonado por las cosas crueles que hice yo, pero quería escuchar de sus labios también, ‘Fraulein, ¿me perdonas?’” Corrie miró la mano y el recuerdo de la muerte lenta de su hermana Betsi en aquel lugar inundó su mente. Luchaba con la petición pues la veía como un pedido de borrar una muerte horrorosa como se borra una pizarra. Corrie la vio como la cosa más difícil que le tocaba hacer. Pensaba en los textos que tenían que ver con el perdón, y la necesidad de hacerlo. Pidió a Dios ayuda para reaccionar, ayuda para dar su mano, esperando que Dios sanara su corazón adolorido. Con lágrimas en sus ojos, dio la mano mientras decía, “le perdono mi hermano”. Sintió como el amor de Dios llenó su ser y pudo cumplir con lo que el Señor nos llama a hacer. Corrie ten Boom dijo “continuamente estoy aprendiendo a perdonar”. Todos tenemos que saber perdonar, aún en momentos críticos. Cuando uno lo hace, es una evidencia que Cristo vive en nosotros. –daj
Lectura Diaria: | ||
Éxodo 11:1-12:20 [leer]
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/Sálmos 44:1-26 [leer]
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/Hechos 5:12-42 [leer]
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