Para un cristiano, el bienestar físico y material es deseable, en la medida que el bienestar espiritual está priorizado.

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” 3 Juan 1:2

El apóstol Juan, escribiendo a su amado hermano Gayo, ruega que todo cuanto le rodea, todas sus circunstancias estén bien encaminadas o se completen con éxito, y que él mismo esté bien y sano, en la medida en que su alma está bien.

Juan desea a su amigo que tenga prosperidad temporal, así como desde el punto de vista espiritual él también prospera. Dicho de otra manera, Juan espera que su amigo, así como tiene las “bendiciones de los cielos de arriba”, reciba “bendiciones del abismo que está abajo” (Génesis 49:25). En el caso de Gayo, la prosperidad de su alma es la medida para también desearle salud física y bienestar temporal. Esto es profundamente significativo. A menos que nuestra prosperidad material o temporal sea equivalente con nuestra salud espiritual, la primera deja de ser una bendición. Sin esta correspondencia no es posible utilizar las riquezas temporales o los bienes de manera apropiada. Los bienes materiales aplastarán nuestra alma y se constituirán en una maldición para su poseedor.

“Yo deseo que prosperes en todo, en la misma medida en que prospera tu alma”.

Primero es la prosperidad del alma, luego el resto. Imaginemos por un momento que el Señor calibrara de manera inmediata e instantánea las posesiones materiales de los creyentes, cualquiera que estas fueran, con su ‘salud’ o condición espiritual, con su medida de fe con su espiritualidad… ¡Cuántas transformaciones en la salud! –escribió el Dr. Binney– muchos fuertes y sanos quedarían enfermos y débiles; muchos enfermos y debilitados firmes y vigorosos. ¡Cuántas transformaciones en las circunstancias! Cuántos aficionados al lujo y riqueza vendrían a ser pobres y necesitados; muchos pobres pasarían de la penuria a la abundancia. Bienestar para unos, necesidad para otros. ¿Cómo sería nuestra transformación?, ¿Quedaríamos igual?, ¿Podemos pedir a otros que oren esta oración por nosotros?

Que la iglesia tome en serio la oración de Juan por su hermano Gayo. No sea que escuchemos este diagnóstico:

“Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” Apocalipsis 3:17

–rc

Lectura Diaria:
Levitico 14:33-57 [leer]
/Salmos 119:41-72 [leer]
/Marcos 5:1-20 [leer]