“Busca con diligencia hasta encontrarla” Lucas 15:8

Los publicanos y pecadores se acercan a Jesús para oírle. Los fariseos y escribas están al lado suyo y NO quieren oírle. Esta paradoja se da aun el día de hoy. Jóvenes y señoritas criados en el evangelio y expuestos desde niños a las verdades de la palabra de Dios ya no quieren saber más de ella. Les incomoda Cristo, les molesta este mensaje de perdón, acogida y salvación. En la seguridad de un hogar cristiano obediente hay abundancia de provisión espiritual, y lo material no ha de faltar tampoco, pero los religiosos del tiempo de Jesús están tan alejados de la voluntad de Dios y tan satisfechos con su propia justicia que lamentan la misericordia que él despliega en beneficio de los necesitados y hambrientos espirituales.

En seguida Jesús presenta la parábola de una moneda perdida, aquí llamada dracma. Posiblemente, se nos dice, formaría parte de un collar, cintillo o adorno nupcial y, por lo tanto, de enorme valor más allá que lo estrictamente comercial. Así ocurre con cada alma perdida. Para Dios tiene tanto valor que le buscará con esfuerzo y dedicación. Si hay algún lector que duda del amor de Dios, o que duda de la intensidad de ese amor, o que se pregunta si será de interés su persona y sus circunstancias para un Dios tan alto, santo y poderoso, las buenas noticias son que eso es efectivamente así. La mujer busca la moneda con dedicación y trabajo. En una casa oscura se necesita mucha diligencia para hallar esta moneda tan valiosa, y está buscando una moneda específica, igual que a los perdidos que esta moneda representa.

Hay tres acciones con mucho simbolismo en esta parábola. Iluminar, barrer, buscar con diligencia. Es lo que hace Dios con el pecador: ilumina con su palabra, despeja lo que ensucia e impide o dificulta hallarle y lleva a cabo la búsqueda en sí. En esta figura destaca que el interés y la búsqueda son por el individuo. También es digno de considerarse de que la moneda tendría la imagen del emperador de aquel entonces (Lucas 20:19–25). El pecador perdido lleva la imagen de Dios, si bien aquella imagen ha sido desfigurada por el pecado. Cuando un pecador perdido es “hallado”, Dios comienza a restaurar aquella imagen divina mediante el poder del Espíritu hasta que un día el creyente será como Jesucristo.

Que la moneda no tiene en sí más mérito que otra es otro hecho que debemos tener en cuenta. Su valor tiene que ver más con lo que la moneda representa para quien la busca. Asimismo, Dios valora y ama cada alma en particular. Así también se entiende que hay “hay gozo delante de los ángeles de Dios por UN pecador que se arrepiente” (v. 10). Ningún pecador es mejor que el otro pues “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Ninguno de nosotros merecía ser buscado por Dios, por lo tanto la salvación de un pecador demanda gloria sólo para Dios. Reconozcamos con gratitud a quien nos buscó de tal manera que dio su vida en la cruz para hallarnos, para salvarnos ¿Puede usted reconocer en su experiencia las pistas que le hablan de que Dios está buscándole? rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
1 Samuel 17:32-18:5 [leer]
/Isaías 58 [leer]
/Romanos 4:1-22 [leer]