Jesús se dirigió a personas cansadas y trabajadas en su día ofreciéndoles descanso. El cansancio no era el producto de mucho trabajo físico sino de un afán espiritual por encontrar la paz. La invitación de venir a él queda vigente.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” Mateo 11:28

Un conocido conferencista recibió un recado de un estudiante que decía, “El estado de la humanidad que conocemos está en un espiral hacia abajo, y desde mi perspectiva, se va a empeorar. ¿Acaso hay alguna esperanza para ella y específicamente para mi generación?” Es una pregunta que nos hace reflexionar. Es una pregunta que un profesor de filosofía podría presentar a su clase. Reconocemos que la multiplicidad de conflictos que se presentan ante la generación joven la deja perpleja y buscando una salida. Hay algunos a quienes no les importa el problema. Pero hay otros que luchan por encontrar la respuesta. Quieren que su vida tenga sentido y que puedan disfrutar de los éxitos que todo ser humano desea tener. No es cuestión de ser cínico, pesimista, u optimista, sino realista para sacar una conclusión que valga.

Cuando el Señor Jesús se dirigió a los “trabajados y cargados”, ofreciéndoles descanso, las palabras que usó eran comunes y todos las entendemos. ¿Quién no se ha sentido cansado, agotado, extenuado, y exhausto alguna vez en su vida? Cansarse es un proceso inducido por el trabajo o el esfuerzo. Las situaciones cotidianas que causan angustia y tristeza tienen el mismo efecto, nos hacen sentir “trabajados”. Estar cargado es el resultado de haber recibido exigencias extremas que nos hacen sentirnos cargados como un animal que lleva un pesado bulto. También significa ser exigido a cumplir ciertas tareas que son impuestas sin tomar en cuenta la voluntad de la persona. En los tiempos de Jesús, las cargas tenían que ver con los ritos religiosos y ciertos preceptos no contenidos en la ley de Moisés. En otras palabras, los esfuerzos por encontrar la paz espiritual no daban el fruto esperado. El problema era similar al estudiante que buscaba una esperanza en medio de la situación caótica de la humanidad.

“YO os haré descansar.” ¡Qué linda promesa del Señor! Es como si dijera, “tan afanados estáis en obtener la elusiva paz; aquí estoy yo con ella como regalo”. La invitación es válida para el día de hoy. Se requiere que el individuo reconozca su condición de necesitado y luego acuda con fe respondiendo a la invitación del Salvador, “venid a Mí”. Jesús había hablado de la incredulidad de las ciudades impenitentes de Corazín y de Betsaida, y de su juicio final. Luego Jesús se dirigió a Dios como Padre hablando audiblemente para que los demás le escucharan dando gracias por revelar las preciosas verdades a quienes ejercieran fe sencilla en su palabra. En su oración, Jesús destacó la grandeza del Padre por que le agradaba revelar la verdad a aquellos que respondían con fe. Para entrar en el descanso que se siente al conocer el amor del Padre la invitación queda vigente: “Venid a Mí”. Conozca el poder salvador de Jesús el Señor. –DAJ

Lectura Diaria:
1 Reyes 8:1-30 [leer]
/Jeremías 15 [leer]
/Filipenses 1:1-20 [leer]