Veíamos que Juan escribe bastante acerca de la comunión con Dios, de permanecer en el Señor Jesús. Prosigue Juan:

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.  Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1 Juan 3:3-6).

 

En este párrafo, junto con el párrafo de Juan que veíamos ayer tenemos varias características prácticas que manifiestan lo que significa caminar con Dios. Estas son:

 

No andar en tinieblas

Confesar los pecados

Guardar sus mandamientos

Guardar su palabra

Andar como él anduvo

Amar al hermano

No amar al mundo

Retener las palabras como al principio

Permanecer en Él

Hacer justicia

Purificarse a sí mismo

No pecar – no tener al pecado como patrón de vida del creyente

 

Luego, caminar con Dios es una forma de vida. Caminar con Dios requiere de un creyente anclado, plantado a la voluntad de Dios. Más aún, vemos en el texto bíblico que el que comienza a caminar con Dios comienza a manifestar en su vida características del mismo Hijo de Dios. Comienza a hacerse realidad lo de “andar cono él anduvo” (1 Juan 2:6). De nada sirve fingir cristianismo cuando no se conoce a Cristo. Él es el que da la vida eterna (Juan 10:28) y provee “una fuente agua que salta para vía eterna” (Juan 4:14). Este andar es imposible en la fuerza del hombre. Sólo Dios puede energizar a un individuo para agradarle  y permitirle hacer su voluntad. ¿Camina usted con Dios? Ha recibido la salvación y la vida eterna que Dios ofrece gratuitamente? rc

Lectura Diaria:
Jueces 4 [leer]
/Isaías 25 [leer]
/1 Corintios 4 [leer]