“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9

Juan el apóstol dice en su primera epístola, “Si decimos que tenemos comunión con él (Dios), y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestro pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” 1 Juan 1:6-10. Cuando Bartimeo llegó ante Jesús, la pregunta hecha por el Señor fue “¿Qué quieres que te haga?” No era que el Señor desconociera su necesidad, pero quería escuchar su confesión. Bartimeo quería recobrar su vista, pues la necesitaba para vivir mejor, viendo de nuevo el horizonte. Al abrir sus ojos, Bartimeo vio a Jesús cara a cara.

 

Dios quiere escuchar la voz de los que se han aparatado de él. Las palabras del hijo pródigo sirven de modelo de una verdadera confesión: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” Lucas 15:21. Dios quiere escuchar una confesión sincera y Él se encargará de la restauración. El efecto en Bartimeo fue inmediato. Nada de esperar tres días o una semana para comenzar con el Señor. Dice la Biblia “Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios.” Destacamos tres cambios en Bartimeo al recibir su vista. Primeramente, VIO, y luego SEGUIA a Cristo. En tercer lugar, GLORIFICABA A DIOS. Glorificar a Dios no es gritar y actuar en forma desenfrenada, más bien, con su vista recobrada, podía ver a Jesús, viendo sus acciones, y aprendiendo de sus Palabras. Como resultado, conversaba con otros explicando qué clase de milagro se había hecho en su vida. Bartimeo seguía a Jesús, dispuesto a obedecerle y manteniéndose cerca, comenzaría a imitarle en sus palabras y sus hechos.

 

Hay personas que han sido maestros en la Escuela Dominical, y otros que han ganado a almas para Cristo. Han estado activos en ayudar a otros en el Nombre de Cristo, pero por estar enfriados y lejos de Él, ya no sirven. No hacen nada. Necesitan animarse para que se reconcilien con Dios, confesando su pecado. Cristo invita, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” Mateo 11:28. Una conciencia atribulada es una pesada carga. El descanso espera al que viene a Cristo, confesando su alejamiento y pecado y la promesa es segura, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestro pecados, y limpiarnos de toda maldad.”   —daj