Después de algún período de trabajo intenso, nuestro Señor se dedicaba a otra faceta de su ministerio. Nunca fue perezoso ni se le vio perdiendo el tiempo. Leamos acerca de esto.

“Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí” Mateo 13:53

Cinco veces en el evangelio de Mateo ocurrió un momento de transición cuando Jesús terminó una actividad para dedicarse a otra. Nunca quedó sin nada que hacer. Pasaba de una etapa a la siguiente anunciando el reino de Dios. El Señor Jesús entregó una variedad de enseñanzas en el Sermón del Monte “y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina” (Mateo 7:28). Al bajarse del monte, de inmediato un leproso pidió que le sanara. Fue el comienzo de hacer muchos milagros y de dar muchas enseñanzas. Sus discípulos le acompañaban para aprender de Él y luego llegó el momento cuando ellos tenían que ir a predicar. No significó que Jesús mismo iba a descansar, pues “cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos” (Mateo 11:1).

Cuando los familiares de Jesús, incluyendo María su madre, pensaban que Jesús estaba fuera de sí, acudieron para llevarse a la casa. Jesús fue claro en decir. “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 13:48-50). En seguida Jesús salió de la casa y sentado junto al mar entregó una serie de parábolas. “Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí” (Mateo 13:53). Se fue a Nazaret y “enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban”. Las preguntas no se hicieron esperar. (Vea Mateo 13:54-56). Lo triste fue que “no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (v.58).

En los capítulos 14 al 18 de Mateo Jesús estuvo muy ocupado en su ministerio. Ocurrió el asesinato de Juan Bautista en este lapso, pero Jesús no se cansó nunca de anunciar las buenas nuevas y de servir. Instruyó a los suyos como debían comportarse y en esto, hubo un nuevo cambio de escena. “Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, se alejó de Galilea, y fue a las regiones de Judea al otro lado del Jordán” (Mateo 19:1). En Jerusalén Jesús limpió el templo, discutió con los fariseos y con autoridad establecía los principios que deben gobernar la vida de los seres humanos. Faltaban pocos días para que se diera en sacrificio por nosotros, y “cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado” (Mateo 26:1-2). En todo el trayecto de su vida, Jesús se mantuvo ocupado haciendo la voluntad del Padre. Pasó de un lugar a otro, de una etapa a otra nueva, pero sin cansarse, sin dejar de cumplir la misión por la cual había venida. Cumplió lo que proféticamente había dicho por medio de Isaías el profeta, “puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado” (Isaías 50:7). Es motivo de admiración y gratitud que tenemos un Señor y Salvador así, que fue así. DAJ/rc

Lectura Diaria:
Deuteronomio 16 [leer]
/Cantares 6:10-8:14 [leer]
/Lucas 11:1-13 [leer]